sábado, julio 29, 2023

El PP obtiene un escaño más por Madrid y obliga al PSOE a negociar el 'sí' de Junts

 

Sánchez con el socialista marroquí Machij el Karkri

MADRID.- El Partido Popular ha obtenido un escaño más por Madrid en detrimento del PSOE y deja el 'marcador' entre los dos partidos hegemónicos en 137 a 121. Durante toda la jornada se ha notado una mayor abundancia de papeletas populares y el vuelco en el escrutinio se ha confirmado, cuando aún faltaban por contabilizar las papeletas correspondientes al Senado, donde el PP mantiene sus posiciones.

​Esta variación altera las cuentas de la investidura. Ahora al PSOE no le alcanza con la abstención de Junts, sino que necesitará del 'sí' del partido de Carles Puigdemont para que Pedro Sánchez salga investido presidente, lo cual empina un poco más la negociación. A esto hay que sumar que ERC ha decidido consultar con la militancia el sentido de su voto en la investidura.

Fuentes del PSOE asumen la cesión de un escaño por Madrid al PP tras el recuento del CERA.

Por otra parte, el ‘PSOE’ marroquí se jacta de que el voto de sus 150.000 nacionales en Cataluña fue clave para Sánchez.

La opinión pública de Marruecos ha recibido la derrota victoriosa de Pedro Sánchez en el 23J como una noticia positiva para el país. Y desde Rabat, los socialistas locales señalan abiertamente al impacto que ha tenido la comunidad marroquí con derecho a voto en los resultados del PSOE

Especialmente en Cataluña, donde el electorado de origen marroquí estaba «muy movilizado», y donde este grupo de más de 150.000 votantes puede decidir entre uno y dos escaños. Un nicho electoral nada despreciable que se ha disparado a nivel nacional desde que Sánchez es presidente. Y entre ellos es determinante la cuestión del Sáhara, prioridad nacional por excelencia en su país de nacimiento, según OKdiario.

El giro histórico en la postura sobre el Sáhara, una cesión histórica de Pedro Sánchez, suele analizarse desde el punto de vista de la política exterior española. Pero también tiene un significativo impacto en la política interior. Y en el balance electoral. 

Al menos, así lo entienden en Marruecos, donde la resaca del 23J se analiza también en clave patria: el voto marroquí, para el que el giro de Sánchez supone un aliciente, ha sido determinante en las urnas.

Desde Rabat se destacan especialmente los resultados obtenidos por Sánchez en Cataluña, donde el PSC arrasó obteniendo 19 de los 48 escaños. «Yo diría que la huella de los españoles de origen extranjero es palpable, especialmente entre aquellos de origen marroquí. En Cataluña viven cerca de 250.000 marroquíes, muchos con derecho a voto, y hubo una fuerte movilización entre ellos», asegura en la prensa marroquí Machij Elkarkri, dirigente de la Unión Socialista de las Fuerzas Populares (USFP). 

El ‘PSOE’ marroquí ha hecho campaña por Sánchez este 23J y también la hizo el 28M con llamamientos a los marroquíes nacionalizados con derecho a voto.

En Cataluña votaron el pasado domingo 3,5 millones de catalanes, de los 5,4 que figuraban en el censo electoral. Y de ellos, según el INE, cerca de unos 150.000 son marroquíes con nacionalidad adquirida y derecho a voto. Cada uno de los 48 escaños que decide la región se traduce, simplificando al extremo la Ley d’Hont, en unos 75.000 votantes, por lo que se trata de un nicho electoral que puede ser decisivo para obtener dos escaños.

Las estadísticas y registros del Instituto Nacional de Estadística no dejan lugar a dudas: la mayoría de los extranjeros (181.000) que ha obtenido la nacionalidad -y el derecho a voto- en 2022 fueron marroquíes, con 55.463 nuevos pasaportes españoles. De ellos, según el INE, alrededor de 16.172 sólo en Cataluña. El doble que en la segunda comunidad con más marroquíes nacionalizados en 2022, Andalucía, donde los registros contabilizan 8.000 nacionalizaciones.

La cifra de 16.172 marroquíes nacionalizados en Cataluña es la más alta de la serie histórica. Y con mucha diferencia. Las nacionalizaciones en 2017 fueron 5.645, manteniendo la tendencia de años anteriores que se rompe en 2020. La cifra asciende ese año hasta los 8.451, pasando a 13.251 en 2021 y a los 16.172 del último año.

El mayor aumento de estas nacionalizaciones corresponde a los años de Gobierno de Pedro Sánchez. Sólo en Cataluña, desde que Sánchez es presidente se han sumado 52.000 marroquíes a los censos electorales.

A nivel nacional, el número de nacionalizaciones marroquíes era de 24.527  en 2019. La cifra, como recoge el INE, se ha disparado en sólo 3 años y es más del doble: 55.463.

En el 23J, como ha ocurrido en anteriores citas, destacados miembros del socialismo marroquí pidieron a sus compatriotas con pasaporte español que respaldasen al PSOE.

«Les animamos a que ejerzan su derecho al voto y adelante, voten decididamente de forma masiva al Partido Socialista Obrero Español y sus confluencias territoriales en las próximas elecciones del domingo 23 de julio de 2023», aseguraba una carta hecha pública por una diputada marroquí Aicha El Gourgi, residente en Tarragona. 

«Recuerda que tu voto es importante y puede marcar la diferencia, así que adelante, vota al PSOE», insistía en su escrito a pocos días del 23J.

Desde Marruecos, los socialistas también señalan que entre los asuntos relevantes para los marroquíes destaca el Sáhara. Un asunto que, según el socialista Elkarkri, está protegido de cambios con Sánchez: «Estoy seguro de que la posibilidad de cambiar de posición en el tema del Sáhara es casi nula, ya que es una postura que salvaguarda los intereses del Estado».

Por otra parte, desde la Fundación Euroáfrica valoran que «los votantes marroquíes que residen en España, que rozan el millón de personas, han sido conscientes de la relevancia de su voto para proteger los intereses de Marruecos», ha señalado su presidente, Abderrahim Ouadrassi, en un artículo titulado ¡Todo al Rojo: Sánchez gana en España y Marruecos celebra una victoria!.

El derecho a vivir en la lengua propia / Manuel Toscano *


Con el fragor de las elecciones generales, algunas polémicas de estos días han quedado en segundo plano. Una de ellas afecta a las mal llamadas ‘lenguas propias’, que es el modo en que nos referimos a las lenguas cooficiales, junto con el castellano, en varias comunidades autónomas. Aunque ha pasado relativamente desapercibida en el maremágnum de la campaña, tiene una indudable trascendencia, como todo lo que concierne a las políticas lingüísticas. 

Para darse cuenta de la importancia de éstas basta señalar que los movimientos nacionalistas en España surgen en territorios donde otra lengua coexiste con el castellano. Sin la reivindicación de la lengua como seña de identidad de un pueblo distinto no se entendería además el marco ideológico en el que se mueven nuestros nacionalistas.

En esta ocasión la polémica se ha originado a raíz de una sentencia del Tribunal Constitucional del pasado 6 de julio. El Pleno del Tribunal ha examinado la cuestión de constitucionalidad planteada por el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco acerca del artículo 6 de la ley de instituciones locales de Euskadi de 2016. 

En el apartado segundo de dicho artículo se establece que las convocatorias, órdenes del día, mociones, votos particulares, propuestas de acuerdo, dictámenes de comisiones, acuerdos y actas de los órganos de las entidades locales podrán redactarse en euskera, salvo que algún miembro de la corporación alegue el desconocimiento de la lengua vasca. Los jueces del Constitucional estiman que tal disposición es contraria al artículo 3 de la Constitución y, por tanto, la anulan por inconstitucional.

Las reacciones no se hicieron esperar. Entre ellas destaca la del portavoz del PNV en el Congreso de los Diputados, para quien los jueces del Tribunal Constitucional no entienden nada y, en un alarde moderación, los comparó con los conquistadores españoles. Como explicó: ‘Resulta que nos les parece normal que si una corporación municipal lo quiere, si todos están de acuerdo, si nadie reclama hablar en castellano, puedan hacer su vida en euskera’. 

La cantinela les sonará, porque es la de siempre: los jueces nos impiden utilizar nuestra lengua. De ahí que Esteban concluyera sus declaraciones de la forma más rotunda, recurriendo (cómo no) al lenguaje de los derechos: ‘Están negándonos a los vascos y a las vascas nuestro derecho, nuestro derecho a poder vivir en nuestro propio idioma’.

Poco le faltó al moderado Aitor Esteban para decir que la sentencia del Tribunal Constitucional atenta contra los derechos humanos, como ahora está en boga, aunque sí mencionó en su alocución que ésta ‘va en contra incluso de los derechos que como ciudadanos europeos tenemos’. A buen entendedor. 

Sin embargo, la sentencia dice cosas bastante sensatas, que se apartan poco del marco lingüístico que establece la Constitución. Quizá sea ahí donde radica realmente el problema para el nacionalista.

Lo que la sentencia sostiene es que el mencionado artículo prescribe un uso prioritario del euskera frente al castellano que resulta injustificado: sólo en el caso de que algún miembro de la corporación alegue el desconocimiento de esa lengua, las comunicaciones se redactaran en español; de otro modo, las convocatorias, órdenes del día, mociones, informes, actas, etcétera, de los órganos locales podrán ir en euskera por defecto. 

Pero ese uso prevalente de la lengua vasca, ‘ocasiona un desequilibrio injustificado y desproporcionado del uso del castellano’, como explica el Constitucional, puesto que se establece un requisito formal que restringe la elección lingüística de los miembros de la corporación. El derecho a usar o recibir comunicaciones en castellano quedaría de esa forma condicionado por la exigencia de alegar la ignorancia del vascuence.

Que ello constituye una obvia limitación de los derechos lingüísticos de los representantes locales parece fuera de duda. De ahí que la sentencia haya declarado inconstitucional tal exigencia. 

Como sostiene, los poderes públicos, en este caso las entidades locales del País Vasco, no pueden tener preferencia por ninguna de las dos lenguas oficiales, determinando la primacía de una de ellas, ya sea expresamente a través de una norma o imponiendo condiciones que supongan dar tratamiento prioritario a una en detrimento de la otra. 

Romper injustificadamente el equilibrio entre ambas lenguas oficiales, estableciendo la primacía de la lengua autonómica, no es conforme a la Constitución. Es lo que vienen a recordar los magistrados del Constitucional una vez más.

No perdamos de vista que estamos hablando de la libre elección lingüística de quien representa a los ciudadanos en las entidades locales. Pues la razón por la que los poderes públicos han de mantener un equilibro entre las dos lenguas cooficiales es fácil de entender: de acuerdo con la jurisprudencia constitucional, responde al derecho que tienen los ciudadanos a usar el castellano o la lengua autonómica indistintamente en sus relaciones con esas instituciones públicas. 

Esa libertad de elección lingüística de los ciudadanos o de sus representantes no debería encontrar más trabas o condiciones, como la ahora anulada. Ahí estaría la justificación del bilingüismo simétrico en las instituciones, según explica la sentencia.

Pero entonces, lejos de atentar contra el derecho de los vascos a usar ‘su lengua’, imponiendo el castellano cual nuevos conquistadores, según denunciaba el representante del PNV, lo que hace el Tribunal Constitucional es proteger el derecho de todos los ciudadanos vascos a comunicarse en cualquiera de sus lenguas. Porque conviene recordar que tienen dos, sin que pueda decirse que una es más suya que la otra, ni por razones históricas ni desde luego sociológicas.

Algunos datos bastan para poner un poco de contexto a esta cuestión. Si hablamos de primera lengua, aquella que el niño aprende de sus padres en sus primeros años, sólo el 18,6% de la población vasca tiene el euskera como tal, otro 4,9 % lo ha adquirido junto con el castellano en el entorno familiar, mientras que en torno al 72,6 % de los vascos tiene únicamente el castellano como lengua materna. 

Son datos oficiales del censo, que confirma un paseo por cualquiera de las capitales vascas. Hacen difícil sostener que el euskera es la ‘lengua de los vascos’, puesto que una amplísima mayoría de ellos tiene el español como primera lengua y medio habitual de comunicación. Decir otra cosa equivale a elucubrar con esencias metafísicas, a las que tan aficionados son los nacionalistas con sus identidades adscriptivas.

Desgraciadamente, el concepto de lengua propia ha venido a dar cobertura a tales esencialismos, como hemos dicho más de una vez. Pues esa atribución esencialista de la lengua (si eres vasco, tu lengua es el euskera por definición, aunque tu lengua primera y habitual sea otra) es lo que late detrás de las palabras de Aitor Esteban cuando habla del supuesto derecho de los vascos ‘a vivir en su propio idioma’. 

Este es un mantra que se ha ido extendiendo por Cataluña y el País Vasco, pues se repite a menudo por parte de los portavoces nacionalistas y los activistas de la lengua como si fuera algo perfectamente natural, un derecho que va de suyo.

Pero no existe tal derecho, ni en la Constitución ni en los documentos internacionales de derechos humanos, ni siquiera podría justificarse moralmente como un derecho natural de las personas. 

Los derechos lingüísticos son por su propia naturaleza fuertemente contextuales, no cabe ejercerlos ni se pueden garantizar al margen de cómo sea la realidad sociolingüística circundante, pues para comunicarme en una lengua tiene que haber otros hablantes, al menos un número suficiente de ellos, capaces de entenderme y responderme en el mismo idioma.

Esta es la limitación obvia que afronta el hablante de una lengua minoritaria en una sociedad donde se habla otra de amplia circulación. Su derecho a usarla puede conllevar la obligación de ser atendido en ella sólo en circunstancias bien delimitadas, como el trato con las administraciones públicas, siempre que lo avale un número suficiente de hablantes.

 Pero no puede suponer la pretensión exorbitante de que en el curso de la vida social todos hayan de comunicarse con él en la lengua de su preferencia; más aún si, como sucede en el País Vasco, los ciudadanos pueden entenderse sin problemas en la lengua mayoritaria, que es común a todos ellos.

Esa es la reivindicación desmesurada que se esconde tras el supuesto derecho a vivir en la lengua de uno. Confunde la libertad de usarla en una sociedad plural con que todos nuestros conciudadanos se vean obligados a emplearla en los distintos ámbitos de la vida social, coactivamente si es preciso. Más que nada, expresa el ideal de una sociedad monolingüe, cohesionada en torno a la ‘lengua propia’, con la que sueñan los nacionalistas.

 

(*) Profesor de Filosofía moral

 

https://www.vozpopuli.com/opinion/derecho-vivir-lengua-propia.html?amp=1

La gran ventaja de tener pasaporte de España

 


LONDRES.- El Índice de Pasaportes Henley se refiere a una clasificación que muestra la fuerza de los pasaportes de diferentes países en términos de la cantidad de destinos a los que sus titulares podían viajar sin necesidad de obtener una visa previa. En la última edición de este ranking, España ha alcanzado la segunda posición, por lo que se puede decir que el pasaporte español es el segundo con más fuerza del mundo. 

El índice es publicado anualmente por la firma de consultoría Henley & Partners, y se basa en datos proporcionados por la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA). El puntaje de un país en el Índice de Pasaportes Henley está determinado por el número de países a los que sus ciudadanos podían viajar sin visa o con una visa a la llegada.

El país con el pasaporte más fuerte tiene el mayor número de destinos accesibles sin visa, mientras que el país con el pasaporte más débil tiene el menor número de destinos sin visa. De ahí lo importante que es que España sea el segundo país con el pasaporte más fuerte del mundo, mostrando los acuerdos suscritos entre países para viajar sin necesidad de visa. 

Es importante tener en cuenta que las clasificaciones del Índice de Pasaportes Henley pueden cambiar con el tiempo debido a las relaciones internacionales, acuerdos bilaterales, cambios en políticas de visa, y otros factores que afectan la movilidad de los ciudadanos de diferentes países.

Según el Henley Passport Index 2023, Japón tiene el pasaporte más poderoso del mundo. Se trata del quinto año consecutivo que ocupa está posición, ya sea solo o junto con Singapur.

Los ciudadanos japoneses ahora pueden visitar 193 destinos de 227 sin necesidad de visa, mientras que los ciudadanos de Singapur y Corea del Sur, empatados en el segundo lugar del índice, pueden visitar 192 países sin visa.

Según el índice, los viajes globales alcanzan en la actualidad en alrededor del 75% de los niveles previos a la pandemia: “aquellos que tienen la oportunidad de hacerlo parecen estar adoptando lo que se ha denominado ‘revenge travel’”, apunta el informe.

Sin embargo, un análisis más profundo del índice revela el lado más oscuro de esta imagen optimista: Afganistán se mantiene firme en la parte inferior del índice, con una puntuación de 27: 166 destinos sin visa menos que Japón, lo que representa la mayor brecha de movilidad global registrada desde la creación del índice hace 18 años.

Alemania y España ocupan el tercer lugar, con acceso sin visado a 190 destinos de todo el mundo. Nuestro país mantiene la tercera posición del año anterior, revalidando así el título de tercer pasaporte más poderoso del mundo.

En cuarto lugar encontramos, con 189 destinos a los que acceder sin visa: Finlandia, Italia y Luxemburgo (los tres descienden un lugar con respecto al año pasado).

Austria, Dinamarca, Países Bajos y Suecia ocupan el quinto lugar (188 destinos) seguidos, en sexta posición (187 destinos) por: 

Irlanda y Portugal ocupan el quinto lugar (187 puntos) seguidos, en sexto lugar (186 puntos) por: Francia, Irlanda, Portugal y Reino Unido.

Completan el top 10: Bélgica, República Checa, Nueva Zelanda, Noruega, Suiza y Estados Unidos  (en 7º lugar con 186); Australia, Canadá Grecia y Malta (en 8º lugar con 185); Hungría y Polonia (en 9º lugar con 184); y Lituania y Eslovaquia (en 10º lugar con 183).

Reino Unido y Estados Unidos permanecen en los lugares 6 y 7, con puntajes de 187 y 186, respectivamente, “y parece cada vez más improbable que cualquiera de los dos países recupere el primer lugar en el índice que ocuparon juntos hace casi una década, en 2014”, apunta el informe.

Los últimos puestos del ranking los ocupan Siria, Irak y Afganistán (al igual que en el informe de 2022), cuyos pasaportes permiten acceder sin visa a 30, 29 y 27 países respectivamente.

Los países de la Unión Europea con el pasaporte menos poderoso son Bulgaria y Croacia, cuyos habitantes pueden acceder a 174 destinos sin visa (en 2022 podían acceder a 173 países).

“Los ciudadanos de los países con la clasificación más baja del índice están efectivamente excluidos de una gama sorprendentemente amplia de oportunidades para la movilidad económica y el crecimiento”, dice el informe en lo relativo al vínculo entre la solidez del pasaporte y el acceso a la economía global.

El Dr. Christian H. Kaelin, presidente de Henley & Partners e inventor del concepto de Passport Index hace casi dos décadas, comenta que “este último estudio revelador mejora nuestra comprensión de lo que significa el poder del pasaporte en términos financieros concretos”.

“El Henley Passport Index mide el acceso sin visa a 227 destinos en todo el mundo, lo que por supuesto lo convierte en una herramienta extremadamente útil para los viajeros. Sin embargo, para los ciudadanos globales y los empresarios internacionales, una mejor medida de la movilidad económica y la oportunidad que brindan sus pasaportes es una indicación de qué parte del PIB mundial es accesible para ellos sin visa”, explica el Dr. Kaelin.

“Nuestra última investigación sobre cuánto acceso económico global proporciona cada pasaporte es una herramienta útil para los inversores, además de brindar una nueva perspectiva sobre la desigualdad económica cada vez mayor y la disparidad de riqueza que ha llegado a definir nuestro mundo”, concluye.

Al combinar los datos del Índice y los datos del PIB del Banco Mundial, la nueva investigación clasifica los 199 pasaportes del mundo en términos de su puntaje Henley Passport Power (HPP), un término que indica el porcentaje del PIB global que cada pasaporte proporciona a sus titulares, sin visa.

Tomemos como ejemplo el pasaporte japonés, que da acceso sin visa a 193 destinos (el 85% del mundo). En conjunto, estos países representan la friolera del 98% de la economía mundial (con una contribución al PIB de Japón de alrededor del 5%). “En el extremo contrario, el pasaporte de Afganistán brinda acceso sin visa a solo el 12% del mundo y menos del 1% de la producción económica global”, relata el índice.

En términos de porcentaje del PIB mundial, Estados Unidos y China se llevan la mayor parte, con un 25% y un 19% respectivamente, pero los titulares de pasaportes estadounidenses pueden acceder a otro 43% de la producción económica mundial sin necesidad de visa, lo que eleva su total al 68%, mientras que los titulares de pasaportes chinos solo pueden acceder a un 7% adicional sin visa, lo que hace que su acceso total sea solo del 26% del PIB mundial.

“Un pasaporte más fuerte no se trata solo de una mayor libertad de movimiento: se trata de mayores libertades financieras en términos de inversión y oportunidades empresariales”, comenta el escritor financiero y experto en inversiones globales Jeff D. Opdyke.

“En general, un mayor acceso a la producción económica mundial es ventajoso, ya que amplía la cesta de productos disponibles para cualquier individuo. Si bien esto también se puede lograr a través del comercio internacional, las opciones disponibles con acceso físico son mucho mayores y se extienden al uso de servicios que no son exportables, como educación y atención médica de mejor calidad”, añade el Dr. Areef Suleman, Director de Investigación Económica y Estadísticas del Instituto del Banco Islámico de Desarrollo.

“La guerra de Ucrania aún no ha tenido un impacto significativo en los puntajes del índice de pasaporte Henley de Rusia y Ucrania, y ambos países conservan aproximadamente la misma posición ‘sobre el papel’ desde que comenzó la invasión”, dice el índice.

“Rusia ocupa actualmente el puesto 49 con una puntuación de 118, mientras que Ucrania se encuentra 13 lugares por encima, ocupando el puesto 36 con una puntuación de 144. Sin embargo, debido al cierre del espacio aéreo y las sanciones, los ciudadanos rusos tienen prohibido viajar por la mayor parte del mundo desarrollado, con las marcadas excepciones de Dubai y Estambul, que se han convertido en puntos focales”, continúa.

La herramienta elaborada por Henley & Partners permite ver en un mapa los países a los que puede acceder con su pasaporte sin necesidad de visa y los que sí requieren visa.

También puede comparar su pasaporte con los de otros países e incluso ver cómo mejorar su situación en el caso de que tuviera un pasaporte adicional.

Se puede consultar la clasificación completa en la página oficial del Henley Passport Index 2023.

España al borde del precipicio / Fernando del Pino Calvo-Sotelo *

 

 Escribo pocas veces sobre política española, pero la frustración de las expectativas creadas respecto a una alternancia en el gobierno exige una reflexión. Aunque todo análisis realizado a posteriori –incluyendo este artículo– tiene menos valor que si se hubiera realizado a priori y debe ser tomado cum grano salis, las funestas consecuencias que tendrá la continuación del actual gobierno, cuyos pactos con sus aliados separatistas doy por sentado, requiere de una seria llamada de atención.

La probable permanencia en el poder de un personaje como Sánchez sólo se entiende por un motivo: es un gobernante que nunca ha tenido oposición digna de tal nombre. En efecto, la no-oposición, blandita como el algodón, de Rajoy II (Casado) y Rajoy III (Feijoo) ha sido un regalo extraordinario que le ha permitido cruzar todo tipo de líneas rojas sin recibir coste de respuesta más allá del trémulo piar de un pajarillo. 

Este estilo político de no-oposición se basa en esperar a que caiga la fruta al suelo en vez de cogerla de las ramas del árbol, en ponerse con parsimonia a la cola esperando que antes o después le llegue el turno, en concentrarse en andar de puntillas y no hacer mucho ruido más que en levantar la voz. Es como un café tibio, algo insulso y poco apetecible y la antítesis de la osadía y audacia necesarias para alcanzar el poder, que la ultraizquierda leninista supo utilizar con tanta eficacia.

Errores de bulto y expectativas frustradas

Algunas críticas sobre el modo en el que el PP ha realizado su campaña electoral me parecen justas. La forma más frecuente de ganar unas elecciones es metiendo miedo a la población y diciéndole a quién culpar de ello. Mientras el PSOE dominaba esta estrategia tan burda como eficiente con el miedo a la “ultraderecha” (particularmente en Cataluña, donde los votantes no separatistas prefieren el apaciguamiento a la firmeza y confrontación, al contrario que los separatistas), el PP aludía como socio preferente a un PSOE moderado hoy inexistente a la vez que denigraba a su socio de gobierno natural: la oposición haciéndose oposición a sí misma. 

En abierto contraste, el PSOE trataba con guante blanco a sus socios comunistas sin mencionar en ningún momento el “voto útil” a pesar de que la izquierda está tan dividida como la derecha – dividida, pero no enfrentada.

Tras afirmar sentirse “más cerca del PSOE que de Vox” (¿será cierto?), el PP cayó en la trampa de asumir el discurso de su adversario y realizó una campaña acomplejada y a la defensiva centrada en disculparse por sus pactos. ¿Tan difícil era poner como ejemplo el éxito de Madrid, donde tras un gobierno del PP con el apoyo de Vox no sólo no han desfilado las huestes franquistas por la Castellana, sino que los ciudadanos, encantados, han otorgado al PP mayoría absoluta? 

La patológica falta de combatividad de la no-oposición le impedía incluso fingir indignación y exigir explicaciones a Sánchez por la estable alianza del psicópata con la “ultraizquierda” y el separatismo de pasado golpista o terrorista. Que le haya sido más sencillo al PSOE asustar con la “ultraderecha” que al PP asustar con la alianza subversiva que personifica Sánchez (y que asusta incluso al minoritario socialismo moderado que tantos añoramos) resulta increíble. Por último, la ausencia del líder del PP en el segundo debate fue algo tan patético como el escaño vacío de Rajoy en su moción de censura.

Por lo tanto, aciertan quienes señalan como un problema al principal partido de la no-oposición, pues, como en Hamlet, “algo huele a podrido en Dinamarca”. En efecto, la dinastía Rajoy no terminó con su marcha de la política, sino que continuó con sus sucesores, que permanecieron fieles a ese estilo timorato que he descrito antes y que supone una verdadera bendición para un gobernante agresivo y sin escrúpulos como Sánchez. 

Éste es el verdadero nudo de la cuestión, y muestra un problema mucho más profundo que afecta a la política española desde la Transición.

El desequilibrio de fondo de la política española

Este estilo de comportarse se basa en la aceptación de las reglas, del lenguaje y de las definiciones de bien y mal del adversario político (el PSOE state of mind de Quintana Paz), lo que da lugar a la dócil aceptación de un doble rasero. Quien expide los pasaportes de corrección política es la izquierda. Por ejemplo, los comunistas subversivos de Podemos, los filoterroristas de Bildu o los delincuentes separatistas catalanes son partidos respetables, pero Vox es una peligrosa “ultraderecha” a la que hay que encadenar. 

¿Se imaginan que al golpista Tejero – que pasó 15 años en prisión – se le hubiera indultado a los 3 años como a los catalanes? ¿Se imaginan que el caso ERE – el mayor escándalo de corrupción de la democracia– hubiera afectado a la derecha? Pero la mayor muestra del doble rasero es que, a pesar de que desde la llegada de la democracia toda la violencia política ha provenido de la extrema izquierda (tanto con el terrorismo marxista de ETA y el GRAPO como con los escraches y las violentas manifestaciones de batasunos y podemitas), es sobre la derecha sobre quien recae la sospecha permanente de extremismo.

El mismo estilo es el que explica la obsesión por el “centrismo”, concepto que nada tiene que ver con la loable definición aristotélica de virtud (el justo medio entre dos extremos), sino con un vacío absoluto de ideas y principios y un abandono de la lucha política rayano en la cobardía. ¿Observa acaso el PP que Sánchez o Podemos hayan alcanzado el poder gracias a su “centrismo”? ¿Cómo aspira a tener éxito un partido que vive atrapado por el miedo a pisar las líneas que le marca su adversario para provocarle una indefensión estructural?

En España la mitad del espectro político decidió hace muchos años dar por perdida la batalla del lenguaje y aceptó jugar con las cartas trucadas sin presentar debate ideológico o cultural alguno, limitándose a un seguidismo de toda iniciativa política que presentara la otra mitad (feminismo, ideología de género, etc.). Naturalmente, esto incluye adoptar el epíteto de “ultraderecha” (los ultras sólo pueden ser de derechas) para demonizar al partido que nació originalmente como una disidencia de los votantes traicionados por Rajoy.

En efecto, la crisis crónica del PP y la división de “la derecha” tienen como responsable último a Rajoy, nombrado a dedo con escaso acierto. Tras dos derrotas electorales consecutivas, sólo pudo ganar las elecciones del 2011 gracias a una enorme crisis económica utilizando como ariete la única acción responsable de Zapatero, que fue congelar las pensiones en un entorno de quiebra técnica del Estado. 

El PP prometió no congelarlas y bajar los impuestos, pero al llegar al poder aumentó las pensiones un insignificante 0,25%, subió los impuestos más allá de lo que proponía el Partido Comunista y, lejos de avergonzarse, se jactó de ello a través del ministro de Hacienda más dañino para la seguridad jurídica de nuestro país (hasta la llegada de Sánchez y el desastre Montero, naturalmente): “Me río porque hemos desconcertado a la izquierda”, afirmó encantado Montoro. Poco tiempo después, el gobierno del PP volvió a mentir sobre la subida del IVA, que realizó después de las elecciones andaluzas del 2012 tras afirmar que no lo haría.

Tras prometer luchar contra la corrupción (sin comentarios) e incumplir su programa, que incluía “la reforma del sistema de elección del Consejo General del Poder Judicial, para que, conforme a la Constitución, doce de sus veinte miembros sean elegidos por los jueces”, continuó traicionando a sus electores al mantener el protocolo que permitió la salida airosa de ETA tras su derrota policial. 

Incumplió sus promesas y consolidó todas las leyes ideológicas de ZP, incluyendo la de Memoria Histórica o la del aborto: es más, susurró a sus magistrados afines que metieran en un cajón su propio recurso ante el Constitucional. Increíble.

De este liderazgo tan dañino, del que el PP jamás ha entonado un mea culpa, nació Vox, un partido que tras su inicial ascenso perdió impulso y quedó noqueado con su fracaso en Andalucía, donde intentó pasar de partido nicho a partido mayoritario. 

Su dificultad para evolucionar desde una política de guerrilla a la de una política de gobierno, sus inoportunas estridencias estéticas y verbales, que favorecen la caricatura y el voto del miedo, la carencia de renovación de sus cuadros y las extrañas inclusiones y exclusiones en sus listas electorales son errores propios de la formación, que sorprendentemente ha omitido toda autocrítica.

La “derecha” puede acudir a las elecciones dividida, pero no enfrentada. El tiempo de despreciarse mutuamente o de apelar al cansino timo del “voto útil” ha pasado.

Los que miran sin ver y escuchan sin entender

Pero el verdadero culpable de que Sánchez pueda seguir gobernando es esa parte del electorado español que le ha votado a pesar de protagonizar la legislatura más escandalosa de la democracia. A esa parte del electorado no parece importarle nada sus mentiras constantes respecto a no indultar a los golpistas catalanes o no gobernar con los comunistas ni con los simpatizantes del terrorismo vasco; o la entrega al País Vasco de las competencias penitenciarias, a lo que se habían negado todos los gobiernos anteriores, que ha servido para acelerar el tercer grado de terroristas de ETA, o la reforma ad hoc del delito de sedición y de malversación para premiar a los golpistas catalanes. 

Esta parte del electorado tampoco parece darle importancia a la preocupante demolición institucional que ha llevado a cabo, desde su asedio a la jefatura del Estado, al escandaloso cese, sin precedentes, de la directora del CNI o al dictatorial control de un Tribunal Constitucional absolutamente politizado que parece querer bordear la prevaricación sin fingir ya siquiera un mínimo de objetividad.

Los votantes de Sánchez tampoco parecen comprender que votarle significa votar el independentismo catalán y el filoterrorismo de Bildu (ojo, su socio más leal), que amplifican su poder gracias a Sánchez, su topo en la Moncloa. Si esto no les importa, imagínense lo poca importancia que darán a su guerracivilismo desenterrador de muertos, a la sistemática erosión del Estado de Derecho con su abuso del decreto-ley, su ilegal estado de alarma o la aprobación de leyes abiertamente inconstitucionales, o a sus tics autoritarios que le llevan a evitar exponerse al escrutinio público de la prensa o el Parlamento. 

Tampoco parece importarles el cambio de política exterior respecto al Sahara y su sometimiento a Marruecos en detrimento de los intereses nacionales tras el sospechoso espionaje a su móvil, actuación que en un país con instituciones más sólidas habría dado lugar a una seria investigación independiente. 

Por último, también les da igual su estilo macarra y el impudoroso amor al lujo y a los privilegios de que ha hecho gala, más propios de un dictador de república bananera que del primer ministro de un país europeo. El mérito de Sánchez es haber comprendido precisamente esto: que puede hacer lo que le venga en gana porque a una parte de su electorado todos estos escándalos le vienen grandes o le resultan indiferentes.

La lección que extrae un psicópata de estas elecciones es que tiene carta blanca para hacer su voluntad sin límite ninguno. Prepárense. Especializado en explotar la carencia de contrapoderes del régimen del 78, que no supo crear instituciones fuertes e independientes ni arbitró suficientes mecanismos de autodefensa ante una situación así, Sánchez continuará con su agenda subversiva e inescrupulosa de demolición del sistema con un poder crecientemente autocrático y arbitrario sin que la ley le sirva de freno, pues domina el Constitucional como si estuviéramos en la URSS. 

No esperen ninguna ayuda de la UE: Sánchez es uno de los suyos, pues saca un diez en todas las asignaturas ideológicas de Bruselas.

Si Sánchez se mantiene en el poder, el daño que producirá a España será difícilmente reparable: el régimen del 78 quedará herido de muerte y la Constitución será papel mojado. Lamentablemente, ni la oposición, ni los medios, ni gran parte de los españoles se han enterado de lo que nos jugábamos en estas elecciones.

 

(*) Economista