No, no ha sido un juez de provincias, ni una instancia judicial mal informada por el Gobierno de Rajoy. Ha sido la ministra de Justicia socialista
la que en una rueda de prensa, tan innecesaria que sólo podía ser
deliberada, se comportó de forma insultante y ofensiva contra España,
ciscándose en el principio básico de la creación de la UE, que es la
inviolabilidad de las fronteras de los países miembros, un principio que
se debe a la propensión alemana a invadir y masacrar a los países
vecinos, la última vez en 1939.
No ha sido la "decisión judicial" que
acataron cobardemente Soraya y Catalá, porque la sentencia antiespañola
fue respaldada y ampliada por el Gobierno. Y tampoco unas declaraciones
"desafortunadas" como musitó penosamente Dastis,
porque avalan una acción judicial que humilla a España y destroza
cualquier principio de unidad judicial europea en los casos más
importantes.
La Rieffenstahl socialista de Merkel
Repasemos
las claves del discurso de la ministra germana, que a mí me recuerda a
Leni Riefenstahl, la brillante cineasta nazi cuya obra maestra El triunfo de la voluntad
tanto contribuyó a deificar a su admirado y admirador Adolf Hitler y,
de paso, a retratar el fanatismo del pueblo alemán.
Tras
escapar de las
ruinas del Reich Leni se dedicó a la filmación y disfrute de otra raza
superior, en este caso negra, masai, en Africa Central; y murió casi
centenaria, discretamente venerada en todas las filmotecas del mundo. La
esbelta y racista ministra socialista Katarina Barley no tendrá su
talento, pero sí su arrogancia. Lo que dijo fue nada más y nada menos
que esto:
1. Que
ya conocía antes de ser pública, y que compartía plenamente los
argumentos de la sentencia del tribunal de Schleswig-Holstein. O sea,
que el tribunal, sabedor de su importancia y gravedad, la había
adelantado al Gobierno Merkel, que la ocultó aviesa y deslealmente al
Gobierno español. No fue, pues, una decisión independiente, sin prever
su efecto político. Los jueces de esa región tuvieron previamente el
respaldo del Gobierno alemán.
2.
Que sobre negarse a cumplimentar la euroorden por el delito de rebelión
-lo único que debía hacer el tribunal, sin entrar en el fondo del
asunto, que no es de su incumbencia según los acuerdos de la UE, "no le
será fácil" al Gobierno español "probar el delito de malversación". Como
si fuera el Gobierno y no el Tribunal Supremo, máxima instancia
judicial, el encargado de calificar los delitos de un prófugo de la
Justicia española, es decir, que la ministra, léase Gobierno alemán,
comparte lo que los golpistas catalanes dicen del Estado Español: que no
es una democracia.
Si no lo es y no respeta los principios
fundamentales de la UE, sorprende que la ministra pro-golpista alemana y
los propios forajidos golpistas esperen que respeten, sin embargo, lo
que decida un juzgado alemán, con su Gobierno detrás. ¿Ha de ser España
un protectorado alemán para considerarse Estado de Derecho? Para el
Gobierno alemán, evidentemente, sí. Y para sus jueces, también.
3. Para que no haya duda al respecto, la ministra
alemana comunica al Estado racial y políticamente inferior -la aceitosa
colonia sureña llamada España- que si no demuestra -y ya ha adelantado
que le será muy difícil- la malversación de fondos públicos, Puigdemont "será
libre en un país libre, que es la República Federal Alemana". Está
claro que para la máxima autoridad en materia de Justicia del Gobierno
alemán, ni España es libre ni, por tanto, merece ser un país, así que
resulta moralmente imperativo que Alemania dedique todo su esfuerzo a
destruirlo. Como el propio Pigdemont.
La raza superior sí tiene derecho a combatir el separatismo
Oportunísima para entender la Leyenda Negra contra España es la exposición que esta semana presentó María Elvira Roca
sobre Lutero en Alcobendas, porque el fundador del protestantismo lo es
también del racismo alemán moderno, que culmina en Hitler pero se
alarga hasta Katarina Barley, criatura anglo-germánica que no oculta el
secular desprecio de los países reformistas a los católicos, cuyo gran
exponente era España. Aquí no quedan casi católicos ni allí
protestantes, pero el racismo contra el Sur sigue intacto.
El racismo protestante -ferozmente antisemita desde Lutero y Calvino-
contra los españoles no era sólo por ser católicos, sino por tener
sangre judía, lo mismo que decían los padres del nacionalismo catalán,
que los españoles somos muy judíos. Hace poco escribía Junqueras que los
catalanes tenían un ADN más parecido al francés que al español. No se
atrevió a decir que eran arios puros. Ahora, tal vez se atreverán,
porque el IV Reich ha iniciado la desmembración de Europa que el III
llevó al paroxismo.
En
Memoria del Comunismo cuento que una de las
hazañas hitlerianas que desembocaron en la II Guerra Mundial, la anexión
de los Sudetes, fue saludada por Companys y Aguirre como "un triunfo de
la autodeterminación de los pueblos", y le enviaron un caluroso
telegrama de felicitación a Chamberlain por permitirla. La historia no
se repite, pero a veces se parece horrores.
¿Por qué digo que lo de la socialista Katarina Barley es racismo
puro? Porque para la izquierda europea la libertad y la democracia, cuya
garantía es el Estado de Derecho, no es natural en los países o razas
inferiores, eslavos y católicos, sobre todo hispanos. Carlos Rangel explica en Del buen salvaje al buen revolucionario
cómo anglosajones, alemanes y franceses defienden para Iberoamérica las
dictaduras comunistas que para sus países rechazan.
Creen que para
Cuba, Nicaragua, Colombia o Venezuela, como para España en 1936, el
imperio de la Ley, el Estado de Derecho son productos exóticos para los
que nunca estaremos realmente preparados. Una dictadura con toques
pintorescos, atractivos para el turista político, es más que suficiente.
El recuerdo político-legal de Sosa Wagner
La
prueba de que sólo el racismo político de la izquierda europea,
perfectamente representado por la socialista Barley, explica la
miserable agresión no de un juzgado de Shleswig-Holstein -insisto- sino
del Gobierno alemán contra España y la UE, es que el tribunal
constitucional de Karlsruhe condenó tajantemente, y hace bien poco para
que un juez pueda olvidarlo, un referéndum para la independencia de
Baviera. Lo recordó ayer en El Mundo el eurodiputado Francisco Sosa Wagner en un artículo formidable: El horror de Schleswig-Holstein, del que transcribo estos párrafos esenciales:
(…) ustedes, señores de mohosas togas de Schleswig-Holstein, han considerado que un proyecto de secesión como el de Cataluña que implica violar el texto constitucional y además -¡una bagatela!- alterar las fronteras de un país europeo, es asunto menor y que desde luego no es motivo para mantener en prisión a su autor y entregarlo a los jueces y tribunales españoles. Y todo en virtud de una confusa argumentación, propia no de juristas sino de rábulas, sobre la inexistencia de violencia que ustedes por supuesto no aceptarían si de analizar una alta traición (Hochverrat) se tratara.
¿O es que no recuerdan ustedes la celeridad con la que el Tribunal Constitucional de Karlsruhe zanjó la pretensión de celebrar un referéndum en Baviera (2 BvR 349/16)? Lo hizo con estas escuetas palabras contra las que no creo que ninguno de ustedes se revolviera: "En la República Federal de Alemania, Estado nacional fundamentado en el poder constituyente del pueblo alemán, los Länder no son señores de la Constitución. En la Constitución no existe ningún espacio para las aspiraciones secesionistas de los Länder. Son contrarias al orden constitucional".
Tan clarito es lo que he tratado de contar que me inclino a pensar que su disparatada decisión -sea dicho con el máximo de los respetos- es el fruto, por un lado, de su ignorancia de lo que significan España y el orden establecido en los Tratados europeos; por otro, del hecho de que viven ustedes en una burbuja periodística y televisiva en la que prácticamente no han tenido cabida más que las tesis de los secesionistas catalanes.
Al
siempre educado Sosa Wagner le faltó añadir: y porque ustedes son unos
racistas siniestros, que desprecian para España lo que defienden para
Alemania: fronteras seguras, orden constitucional y defensa de la
integridad nacional garantizados por la cooperación internacional de la
UE.
¿No apoyó España la reunificación de Alemania pese a la oposición de
las Francia y Gran Bretaña? ¿Y así nos lo pagan? ¿Diciendo que en 340
actos violentos no hay violencia? ¿Porque pegan a policías españoles?
¿Esto es cooperación entre democracias o repugnante racismo político?
Para mí no hay duda: puro racismo, desprecio del grande al chico, del
rubio al moreno, del izquierdista al español, que sólo si es comunista
deja de ser franquista, en todo caso fuera de las delicatessen
democráticas de los arios civilizados.
Si la UE no condena a Alemania, que disfrute el IV Reich
Duro
es el golpe a España, pero mucho más duro a la UE, cuyo primer país,
Alemania, respalda la destrucción física y legal del cuarto, que es
España. Y no es sólo culpa de Rajoy, aunque si tuviera decencia, tras el
estrepitoso fracaso internacional de su política ante el golpismo
catalán, dimitiría de un cargo del que pocos dudan que para él es sólo
el parapeto ante el banquillo.
La oposición con una cierta idea de
España, es decir, Ciudadanos, debería poner en marcha no sólo una moción
de censura para echar al Gobierno y convocar elecciones, sino una
campaña internacional -aquí quiero ver a Macron- para
que la UE desautorice a Alemania y defienda nítidamente la integridad
nacional española. Y si no, que disfruten otros del IV Reich. Al final,
si no nos defendemos nosotros, en esta Europa nadie nos defenderá.
(*) Columnista
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