La censura es una muestra de debilidad en quien la ejerce y sólo demuestra que, efectivamente, es el “libro definitivo contra el genocidio”, el que puede y va a provocar esas jornadas de “antorchas y horcas”, de las que habla Michael Yedon.
La recopilación abrumadora de los fallecidos por muerte repentina es un hecho que clama al cielo, que exige imperiosamente justicia. Luego se añaden las ocho páginas de Pfizer con efectos adversos terribles, letales, hechas públicas gracias a un juez federal de Texas. Demostración fehaciente de que se ha ideado un veneno de muerte para matar.
Y también las pruebas de que Moderna ideó y patentó el coronavirus antes de que se le conociera. El hecho del aumento de la mortalidad entre jóvenes y niños, y personas de toda edad, mueve a la ira y al combate, imprescindible para que la sociedad demande la justicia punitiva.
Depende del público, de cada uno, que consiga el objetivo de dar a conocer una realidad pavorosa que los medios tradicionales de comunicación ocultan, que su potencial revolucionario se consume en jornadas de “antorchas y horcas”. La nueva inquisición lo ha censurado, el sistema tiembla y no soporta el ataque demoledor que “Esther López y Repentinitis 2” comporta.
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