No deja de ser llamativo cómo la arrogante confianza del hombre en sí mismo se hizo añicos en un abrir y cerrar de ojos con la actual pandemia, llevándolo al extremo opuesto: al exagerado temor por su fragilidad y su posible muerte, bien que por una única causa.
Esa vulnerabilidad selectiva, enternecedora, puede resultar el tipo de crisis que dé impulso a quienes adelantan desde hace tiempo un proyecto que parece salido de la ciencia ficción, el llamado transhumanismo, la idea de que la especie humana debe tomar el control de su propia evolución.
El transhumanismo quiere seducir al hombre moderno, angustiado, con la promesa de poner fin a sus limitaciones físicas, tales como el sufrimiento, la enfermedad o la muerte, mediante la fusión de su sistema biológico con otros sistemas tecnológicos y digitales.
Entre estos últimos están la informática, la robótica (prótesis), la biotecnología (una técnica para editar genes), la nanotecnología (se afirma que unos nano robots podrían vivir en el interior de nuestras células y reparar constantemente los daños, deteniendo el envejecimiento), la inteligencia artificial y la neurociencia.
Algunas de estas aplicaciones entran todavía en el campo especulativo,
pero sus promotores creen que podremos dominarlas antes de lo que la
mayoría de la gente piensa, señaló el año pasado Adam Kirsch en el Wall
Street Journal.
PODEROSOS
"El movimiento transhumanista cuenta con el apoyo de personas con recursos financieros como para hacer esto realidad", afirmó Kirsch en su artículo titulado Looking Forward to the End of Humanity. "Jeff Bezos, Peter Thiel y Elon Musk están entre los magnates de Silicon Valley que han invertido en la investigación de la extensión de la vida. En 2013, Google entró en este campo lanzando la empresa de biotecnología Calico, abreviatura de California Life Company", señaló.
Todas las tecnologías de las que esperan servirse para este proyecto, llamadas convergentes, señala el filósofo y escritor católico francés Fabrice Hadjadj, buscan fabricar un "súper hombre": mediante la selección genética, los implantes cerebrales o la cibernética y sus derivados, los híbridos entre hombre y robot". A futuro, dice el filósofo, piensan en la posibilidad de encontrar un soporte no biológico también para la conciencia, la inteligencia o la memoria, por ejemplo, conectándola a un disco duro.
"En última instancia la esperanza es que no sólo utilicemos computadoras, sino que nos convirtamos en ellas", corrobora el autor del artículo en el Journal. "El Human Connectome Proyect, puesto en marcha en 2009 por los Institutos Nacionales de Salud, se describe a sí mismo como "un ambicioso esfuerzo por cartografiar las vías neuronales que subyacen a la función del cerebro humano". Si esas vías se pudieran mapear por completo y traducir en ceros y unos digitales, los datos podrían cargarse en una computadora, donde podrían sobrevivir indefinidamente", añade.
MUNDO VIRTUAL
"Esto puede parecer ciencia ficción -continúa Kirsch-, pero también es la conclusión natural de los avances tecnológicos de los últimos 20 años. Internet ya ha hecho innecesario en gran medida visitar físicamente lugares como bancos, oficinas de correos y cines, y el encierro ha dado un gran impulso a esta tendencia. Mientras nuestros mundos físicos se encogen en un esfuerzo por evitar el contagio con Covid-19, nuestros mundos virtuales se expanden para compensarlo. En un futuro próximo, muchos de nosotros asistiremos a escuelas virtuales, rendiremos culto en iglesias virtuales y nos reuniremos en fiestas virtuales".
Tal vez ese escenario ya no sea tan propio del futuro. Sea como fuere, el sueño de una humanidad aumentada merced a todas estas tecnologías genera hoy más debates en Europa que en nuestro país, donde el fenómeno ha sido poco considerado. Pero el movimiento cultural que lo impulsa puede ser muchas cosas menos nuevo.
El término transhumanismo aparece después de la Segunda Guerra Mundial y fue retomado en su sentido moderno en 1957 por Julian Huxley, hermano de Aldous, el famoso autor de Un mundo feliz. Julien, que fue el primer director de la Unesco, era un genetista y -un dato que conviene retener- un partidario de la eugenesia, tal como recordó Hadjadj, quien señaló que desde entonces "no han cambiado de idea, incluso, si antes había existido el nazismo".
En el término transhumanismo se mantiene una idea de un progreso que, de alguna manera, no tiene límite, apuntó Hadjadj en un debate que sostuvo en 2014 con el escritor Jean-Marie Le Mené titulado ¿Hacia una humanidad aumentada?.
El concepto tiene una innegable filiación con el evolucionismo o el neodarwinismo, señaló en ese debate Le Mené, magistrado, director de la Fundación Lejeune y miembro de la Academia Pontificia para la Vida. "Después del Iluminismo -dice Le Mené- se impuso la noción de que la humanidad no fue donada, no fue creada por Dios, sino que es una materia que evoluciona sin cesar hacia algo mejor, entre otras cosas, por la selección natural. En este sentido, los transhumanistas pretenden favorecer esa selección de forma artificial".
OTRA NATURALEZA
El objetivo que declaran los proponentes del transhumanismo es "mejorar" a la criatura humana para que alcance su máximo potencial; que hasta el genoma humano o su cerebro, participen de la evolución que experimentan otras técnicas.
Alguien podría alegar: la técnica ha ayudado al hombre. Basta pensar en los anteojos, las prótesis auditivas, los marcapasos, un simple bastón y hasta una pierna biónica. "Pero eso, evidentemente, no es transhumanismo. La voluntad del transhumanismo es cambiar la naturaleza humana y pasar a otra naturaleza", explica Le Mené.
Esta corriente ideológica, promovida abiertamente por las plataformas tecnológicas, y posicionada en el imaginario colectivo gracias a una intensa campaña de marketing, puede haber experimentado un impulso adicional durante la pandemia.
No son pocos los que recuerdan que el año pasado los miembros del Foro Económico Mundial reunidos en Davos señalaron que la pandemia había puesto de manifiesto las debilidades del sistema y que, por lo tanto, ésta ofrecía una oportunidad para un Gran Reinicio del mundo. Un "apagón" que incluye un apoyo implícito al transhumanismo.
Miklós Lukács es uno de los que ha denunciado esto. Lukács, que es
profesor en las Universidades de Essex y Manchester, en Reino Unido, y
cuyo campo de investigación abarca la filosofía de la tecnología, las
tecnologías convergentes y la filosofía política, recuerda que cuando el
Foro Económico Mundial habla de aprovechar las innovaciones de la
Cuarta Revolución Industrial se está refiriendo al transhumanismo.
De hecho, el director ejecutivo del Foro, Klaus Schwab, viene
anticipando desde 2015 que la Cuarta Revolución Industrial llevará a una
fusión de los sistemas biológicos, tecnológicos y digitales.
Para Lukács, esto demuestra que el transhumanismo ya pasó a formar parte de una agenda de política pública global, que se presenta como un imperativo para todos los gobiernos. "Desde organismos supranacionales se está trabajando de manera activa para encaminarnos a todos hacia aquella fusión", afirma.
Es fácil darse cuenta, como ya otros lo han hecho notar, que en efecto las respuestas que se han dado a la pandemia se basan en las tecnologías de la Cuarta Revolución Industrial, como la secuenciación genética y la biotecnología de las vacunas (plataformas de ARNm y vectores). Por no hablar del software de rastreo de contactos (vigilancia masiva), los implantes de chips que proveen datos biométricos o los algoritmos usados para nuestra información sanitaria.
OBJETIVOS
Hay avances tecnológicos cuyas aplicaciones ya no pertenecen al mundo de la ciencia ficción, sino a la realidad. "El problema -apunta Lukács en una muy buena entrevista que le hizo José María Aguerre y que está disponible en YouTube- es que las personas las ignoran y creen que es una simple especulación teórica".
Según Lukács, tres son los objetivos principales de esta corriente de pensamiento. El primero es la longevidad aumentada, el sueño de la vida eterna. El segundo es la inteligencia aumentada, porque los transhumanistas creen que nuestro intelecto es tan limitado que el poshumano nos considerará menos que mascotas. Y el tercero es el bienestar aumentado.
"Ese bienestar, que es presentado casi como un imperativo -dice Lukács- se logrará en parte gracias a la biotecnología, que permitirá editar nuestros genes para modelar nuestro comportamiento. Porque para el transhumanista no solo el aspecto físico se puede moldear sino también nuestro comportamiento, nuestras inclinaciones morales. Es decir, deshacernos de los genes que nos hacen violentos, agresivos, celosos, poco fraternos, y volvernos criaturas virtuosas".
"Si uno combina estas tres líneas de pensamiento -longevidad, inteligencia y bienestar aumentadas- y se detiene a pensar, el resultado es un hombre que quiere convertirse en dios", añade. "La ambición es dejar atrás el "Homo sapiens" para ser un "Homo deus", como se titula un libro de Yuval Noah Harari. En el fondo, en el corazón del transhumanismo, está el odio a hombre", advierte.
Pero ¿para qué redefinir al hombre? "Acá entra el componente político -explica Lukács-. Porque quienes controlen estas tecnologías -la inteligencia artificial, la biotecnología, quienes patenten los genes- serán como dioses. Lo que estamos viendo es una asombrosa concentración de poder en unas pocas personas que tendrán la potestad de dar y quitar la vida".
No son pocos los que advierten que la autonomía sin límites que propone el transhumanismo terminará destruyendo la propia libertad y llevando a consecuencias dramáticas. "El resultado es la inutilización del ser humano. El hombre terminará convirtiéndose en un esclavo de la tecnología y no al revés", dice Lukács en otra entrevista.
"Tendrá fuerza sobrehumana, visión de rayos x, todo eso que entra en el terreno de la fantasía", dice. "Pero si se materializara el transhumanismo, y el hombre tuviera por ojos dos cámaras super potentes para ver lejos, para ver de noche, y por brazos dos extremidades robóticas que puedan cargar 55 toneladas, lo que va a ocurrir es que va a depender de sus proveedores. Esto es así de lógico. No va a ser libre de nada. Si se le estropea algo de esto, y no pagó su mensualidad, tendrá que estar parado".
HACKER
"Del mismo modo -añade- alguien podría fantasear: qué bueno que estamos compartiendo todos nuestros pensamientos en esta nube. Pero llegará un neuro hacker y lo pondrá vegetal".
"En el campo de la biotecnología ya se ha logrado que ratones recién gestados sobrevivan en "biobolsas", fuera del útero de la madre, hasta once semanas. La técnica ya está. Es cuestión de tiempo hasta que se masifique. ¿Por qué debería preocuparnos? Porque es la idea de que la madre ya no será necesaria. Tampoco van a ser necesarias las relaciones sexuales porque a través de células madre ya se han hecho en laboratorio espermatozoides. Los hombres probablemente ya no serán necesarios para la reproducción", continúa.
"La gente no tiene idea de lo que está pasando a nivel del desarrollo tecnológico. Siguen creyendo que es ciencia ficción. Pero varias de estas técnicas ya se aplican en la vida real", añade.
"Pensemos en la biogenética", propone. "Podemos curar enfermedades graves. Si extraemos el gen que produce esa enfermedad y fabricamos otro gen en laboratorio. Ahora, cuidado. Así como puede haber aplicaciones terapéuticas, también los genes pueden utilizarse para mezclarnos con otras especies. ¿Quién estaría ya de acuerdo con esas cosas?".
"Puede haber clínicas de bebés por catálogo y puede parecer maravilloso. Pero esto puede apuntar a la eugenesia", alerta.
"Los transhumanistas hablan de eugenesia positiva para diferenciarla de los nazis. Dicen que ellos en cambio solo promoverán, preservarán, los genes buenos. Pero Lukács advierte que "estas tecnologías pueden generar tiranías y discriminaciones peligrosas". ¿Qué va a pasar con quienes no tengan dinero para acceder a estas tecnologías? ¿Podrán competir con los que sí pudieron?", pregunta.
La misma duda ha expresado Fabrice Hadjadj. El filósofo reconoce que entre quienes más hablan del transhumanismo están los políticos, como en su momento Bill Clinton. Esto es, en su opinión, porque "el hombre aumentado es siempre el sueño de un hombre disminuido. Son siempre los hombres frustrados, o como decía Nietzsche, resentidos o ingratos ante el don de la existencia y de la vida".
OBSOLESCENCIA
Pero Hadjadj advierte que "cuando hablamos de inteligencia artificial o de aumentar la inteligencia, lo que hay que saber es que ellos quieren aumentar lo que han comprendido que es la inteligencia". Y entrevé un peligro no muchas veces señalado: el hecho casi seguro de que "la producción de ese hombre, ya fusionado con la técnica, tendrá la misma obsolescencia que los objetos tecnológicos. Tendremos un transhumano de la época del iPhone 8 pero después saldrá una nueva tecnología y ese transhumano tendrá menor valor".
Junto a esa advertencia, ilumina otra cuestión, no menor. Que este movimiento cultural nos llega, no solamente por la tecnociencia, sino también "a causa de una antropología dualista que ha sido sostenida desde hace mucho tiempo por hombres de la Iglesia".
"A partir de un cierto momento -explica Hadjadj- empezó a definirse al hombre por su especificidad, por su inteligencia, por su conciencia. El "cuerpo" humano, la animalidad del hombre, ya no formaba parte de su humanidad: ni el rostro, ni el reconocimiento facial, ni la mano. De pronto, todo eso pasó a ser considerado secundario porque el hombre era la razón, su inteligencia. ¿Y qué es lo que dicen los transhumanistas? Pero, claro, es la razón".
"Hay una suerte de revolución antropológica que se dio incluso entre los cristianos", dice. "No hay que olvidar entonces que los espiritualistas son también responsables de esta visión del hombre definido a partir de la razón, no solamente los materialistas darwinianos. Atención, porque el mal ha partido de entre nosotros. Como el Anticristo, según San Juan. No hay que olvidar que un espiritualismo ha sido también responsable del pasaje al transhumanismo".
(*) Periodista
https://www.laprensa.com.ar/511868-Transhumanismo-sueno-o-pesadilla-.note.aspx
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