Estimado Pablo,
Hace unos meses pude ver aquella entrevista tuya en la que arremetías
con enorme beligerancia contra quienes han optado por no inyectarse las
vacunas covid y defendías la vacunación obligatoria. Me sorprendió
enormemente, más que tu mensaje en sí, la vehemencia y seguridad con que
hablabas de una medida que, en aquellos momentos, se me antojaba, como
mínimo, inmensamente compleja y espinosa.
He de reconocer que la lógica que exponías en tu discurso era clara
como el agua y perfectamente coherente. Decías, más o menos, algo así:
“si es cierto que las vacunas son la única solución conocida a una
enfermedad que está saturando las unidades de cuidados intensivos, es
lógico que sean obligatorias para poder proteger a las personas más
débiles que necesitarán el cuidado hospitalario”.
Tu razonamiento es lógicamente perfecto. Se basa en valores de
solidaridad, cohesión social y cuidado de los más débiles que suscribo
completamente. Pero la lógica y los valores sólo son instrumentos útiles
cuando se basan en premisas verdaderas. La lógica necesita del
empirismo. Sin ese cuidadoso análisis de los datos que nos permite
acercarnos lo más honestamente posible a la realidad, la lógica se
convierte en entelequia manipulable y capaz de llevarnos a las mayores
aberraciones.
Tampoco los valores altruistas sirven para mucho cuando son
conducidos ciegamente. No deberíamos olvidar la cantidad de veces que
valores como el “compromiso social” el “amor a la patria” y la “caridad
cristiana” han sido utilizados a lo largo de nuestra historia para
quemar herejes, fusilar ilustrados o enterrar vecinos en las cunetas.
Y me temo, Pablo, que ese razonamiento tuyo tan impecable estaba
basado en tres premisas cuya veracidad, a estas alturas, no sé si
todavía eres capaz de sostener: que las vacunas eran la única solución y
que son seguras y eficaces. Porque imaginemos, por ejemplo, que los
datos confirmasen algo que en estos momentos todavía suena bastante
“conspiranoico”, pero quizá algún día se convierta en la versión oficial
(como tantas otras cosas que han cambiado de bando estos meses): que
las vacunas tienen muchísimos efectos adversos y, aunque reducen muertes
por covid, causan más ingresos en UCI de los que evitan. Si esta
suposición que ahora parece “rocambolesca” se confirmase, Pablo, tu
clara y coherente lógica se volvería contra ti y te acusaría de ese
crimen que ves en los otros: de la muerte de los más débiles, no tanto
por egoísmo, como por inconsciencia.
¿Cuál es la diferencia entre la lógica del ideal solidario y la
lógica de la barbaridad extrema? Ninguna. Lo que separa la barbaridad
del heroísmo es la conciencia, la sensibilidad ante la realidad, la
visión libre de dogmas y prejuicios.
Y bien… ¿qué nos dice la realidad? Para saberlo es preciso revisar
los datos, todos los datos, no solo aquellos que aparecen en los medios
de comunicación de masas, que sabemos bien (y tú más que nadie, Pablo) a
quién pertenecen.
No soy experta en biología, ni médico ni epidemióloga, pero mi
trabajo consiste en revisar y analizar cientos de estudios científicos. A
mediados de 2020 empecé a analizar estudios sobre esta enfermedad que
estaba condicionando tantísimo nuestras vidas y tropecé con un aspecto
especialmente insidioso: los ensayos clínicos de los tratamientos
precoces. A la luz de los datos que empezaron a destapar notables
médicos y científicos de todo el mundo (y que me tomé el trabajo de
revisar desde las fuentes originales, cosa que pocas personas hacen) la
brillante narrativa oficial del “seguras, eficaces e imprescindibles” se
empezó a hacer añicos en mi mente.
No voy a explicar los estudios que me llevaron a dudar en un primer
momento y a confirmar, más adelante, que el discurso oficial estaba
lleno de peligrosísimas verdades a medias, porque convertiría esta carta
en un texto ilegible, pero, para quien quiera tomarse el trabajo de
revisarlos, he escrito varios posts[1] y existen buenas recopilaciones[2].
A estas alturas, quien quiere abrir los ojos, puede ver que hay
millones de datos que muestran que el discurso oficial sobre la covid y
las vacunas ha estado lleno hasta arriba de inconsistencias.
Existen pocas personas en este mundo con conocimientos científicos
suficientes para juzgar si, como afirman los doctores de la FLCCC, se
conocen ya más de una docena de tratamientos precoces cuya eficacia es
superior a la de las vacunas y cuyo uso podría haber salvado millones de
vidas; o si, como afirman los doctores Peter McCullough, Tess Lawrie,
Luc Montagnier o Robert Malone, las vacunas covid son las inyecciones
más tóxicas de la historia de la medicina[3].
Pero lo que sí tengo conocimientos suficiente para juzgar (tanto yo
como cualquier persona que lea inglés, tenga una formación mínima y se
tome la molestia), es que existe una cantidad inmensa de información
científica sólida y enormemente relevante para la vida de millones de
personas que debería hacer sido debatida extensamente en los medios de
comunicación, en los parlamentos y en todo tipo de organizaciones
sociales y, durante dos años, ha sido marginada, silenciada,
censurada…y, lo que es peor, autocensurada.
A pesar de que la pandemia ha salido súbitamente del foco de atención
mediático (o quizá, precisamente, por ello) es de una importancia
extrema que la sociedad preste atención a las cicatrices que estos dos
años han dejado en el tejido social. Creo que no exageran quienes dicen
que 2020 dio paso una nueva época histórica con unas tendencias
políticas extremadamente preocupantes que algunos llaman “globalismo”.
No creo que lo que estamos viendo estos años sea la manipulación “de
siempre”, como me decís muchos amigos y amigas a quienes intento
explicar (inútilmente) la imperiosa necesidad de que vuestras
organizaciones reaccionen. Y lo creo, no sólo porque la cantidad de
información ocultada es varios órdenes de magnitud mayor, sino porque se
ha establecido un peligroso precedente que podríamos llamar “la
excepción sanitaria”: el miedo a criticar la oficialidad en cuestiones
relacionadas con la salud.
Personas y organizaciones que durante décadas habéis sacado a la luz
numerosas corrupciones empresariales y gubernamentales, estáis teniendo
unos reparos ridículos a la hora de investigar la corrupción
farmacéutica que ha acompañado a la pandemia, porque, decís “no ser
expertos en medicina”. Es cierto que la avalancha informativa es
inmensa y es lógico que nos sintamos incapaces de distinguir la realidad
de la falsedad, pero ¿no podemos siquiera exigir a las autoridades
sanitarias que nos expliquen bien los datos y promuevan debates públicos
entre científicos sin conflictos de intereses? ¿Tan peligroso es dejar
debatir públicamente a todas esas personas a las que se ha silenciado y
marginado por ser “antivacunas”? Peligroso…¿para quién?
Podríamos debatir, pero no lo hacemos, porque la manipulación
mediática no sólo ha crecido en magnitud sino en calidad. Los medios de
incomunicación de masas han trabajado extensamente los prejuicios y han
conseguido que la izquierda y gran parte de sus mentes más lúcidas
renuncien voluntariamente a saber. ¿Veremos dentro de unos años cómo a
la “excepción sanitaria” se suma la “excepción ecológica”, la “excepción
política”, o la “excepción tecnológica” y nos acostumbramos a ver con
malos ojos el pensamiento crítico y el tener opiniones disidentes de las
versiones oficiales en todo?
La ausencia de debates reales sobre este tema ha hecho extremadamente
difícil informarse, pero los datos están ahí para quien se tome el
trabajo de revisarlos. Lo malo es que revisar los datos no sólo requiere
tiempo, también requiere humildad, porque es frecuente que los datos
nos digan que todo aquello en lo que creíamos es mentira. Quizá por eso
este país ha sido el menos crítico con las vacunas de Europa: nunca
hemos sido muy dados a la humildad ni tampoco al empirismo.
Es mucho más sencillo y agradable “crearse una opinión” a través de
las “narrativas” que se nos ofrecen, y durante estos dos años se han
utilizado narrativas muy hermosas. Se nos habló de la necesidad de
contar con “un estado fuerte que imponga medidas orientadas al bien
común”. Esta es una narrativa muy del gusto de la gente de izquierda por
todos esos valores “socialistas” del compromiso, la responsabilidad, el
esfuerzo colectivo, la sanidad pública, etc. Ha sido también una
narrativa “ecologista”, al asociarse la pérdida de biodiversidad con las
pandemias e incluso “feminista” por el empleo de la palabra “cuidados”.
Pero, si los insidiosos datos empiezan a hablar, quizá nos demos cuenta de que la preciosa narrativa no era más que un vulgar cuento
y no ha habido estados fuertes protegiendo el bien común sino algo
mucho más parecido a lo de siempre: gobiernos que actúan al dictado de
los grandes fondos de inversión internacionales con los que estamos
endeudados hasta las cejas.
He visto que la cuna del hombre la mecen con cuentos, que
los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos, que el llanto
del hombre lo taponan con cuentos, que los huesos del hombre los
entierran con cuentos …decía León Felipe
Aquellos que nos decimos de izquierda ¿queremos ver la realidad o
preferimos cuentos “socialistas, ecologistas y feministas” porque nos
han enseñado que criticar las vacunas es “hacer el juego a la
ultraderecha”? Porque… ¿quién nos ha enseñado que los antivacunas son de
ultraderecha… quizá los mismos que nos enseñaron que la creación de las
vacunas de ARNm fue el más fabuloso ejercicio de la ciencia de todos
los tiempos mientras escribían en la letra pequeña del artículo que
sirvió para su autorización que había el mismo número de muertes en el
grupo placebo que el vacunado y no se podía demostrar que redujeran la
mortandad [4]?
El gobierno español participó hace unas semanas en la primera reunión
del órgano intergubernamental encargado de la negociación de un acuerdo internacional vinculante sobre prevención, preparación y respuesta ante pandemias promovido
por la OMS. ¿Dónde están todas las organizaciones sociales que se
opusieron hace años tan activamente a otros acuerdos internacionales
como el TTIP? ¿Van a investigar qué se está negociando en este nuevo
tratado internacional? ¿No es muy probable que, como otros tratados
internacionales, esté dirigido por intereses corporativos y destinado
poner los beneficios de las grandes empresas por delante de las
políticas estatales y la vida de las personas?
¿Por qué ahora no hay reacción del movimiento alterglobalización ante
un tratado dirigido por una institución financiada ampliamente por
multinacionales farmacéuticas y fundaciones como la de Bill y Melinda
Gates? ¿No es un poco vergonzante que la única oposición a esta oleada
globalizadora venga de los sectores ultranacionalistas mientras la
izquierda alterglobalizacion se alinea con instituciones internacionales
que hace muchos años dejaron de estar controladas por los gobiernos
democráticos?
El mundo se ha vuelto mucho más complicado desde marzo de 2020. El
tradicional eje derecha-liberal versus izquierda-socialdemócrata
partidaria del estado se ha roto. Estamos viendo un panorama mucho más
complejo de estados permeados por los intereses corporativos, derechas
nacionalistas opuestas al globalismo y clases populares sufriendo los
intereses de ambos. A todo ello se suma el choque contra los límites
planetarios y un más que probable aumento del autoritarismo de tintes
“ecofascistas”. La izquierda debe saber posicionarse en este nuevo
panorama y ofrecer alternativas para este mundo tan complejo y no caer
en la trampa de todas esas narrativas-cuento con las que la poderosa
industria mediática digital nos está intentando adormecer.
(*) Doctora en Físicas y profesora de Ingeniería de Sistemas y Automática.
[1] https://contadashabas.wordpress.com/2021/12/09/dinamicas-incubadas-en-un-ano-de-pandemia-que-deberian-preocupar-al-mundo-ecologista/ https://contadashabas.wordpress.com/2021/02/09/evidencias-y-noticias-sobre-la-ivermectina/
[2] https://contadashabas.wordpress.com/2021/10/24/la-pandemia-desde-otros-angulos-si-se-nos-permite/ https://covid19criticalcare.com/ https://bird-group.org/ https://worldcouncilforhealth.org/ https://c19early.com/
[3] https://tv.gab.com/channel/endtimeevangelist/view/dr-peter-mccullough-vax-most-lethal-61f2de345eb4cb218eb03ed7
[4] Este dato fue presentado por el doctor Joan Ramón Laporte en el Congreso de los Diputados https://odysee.com/@Ant%C3%ADtesis:5/Joan-Ramon-Laporte-congreso y puede revisarse en el material suplementario de este artículo (tabla S4) https://www.nejm.org/doi/suppl/10.1056/NEJMoa2110345/suppl_file/nejmoa2110345_appendix.pdf
https://diario16.com/carta-abierta-a-pablo-iglesias-y-a-tantos-otros-amigos-y-amigas-de-izquierda/