sábado, abril 30, 2022

Los agricultores ucranianos siguen arando sus campos en primera línea con chalecos antibalas

 

ODESSA/MADRID.- Los agricultores ucranianos en la región sureña de Zaporiyia, que bordea la línea del frente del conflicto militar con Rusia, ahora usan chalecos antibalas para arar sus campos están decididos a ararlos esta primavera.

Los ataques con cohetes rusos a menudo ocurren de noche. Después de un ataque, la gente revisa los campos y, si es necesario, llama a expertos para que ayuden a retirar los cohetes y los escombros.

Ucrania es el quinto mayor exportador de trigo del mundo y uno de los tres principales exportadores de maíz, cebada y semillas de girasol. La falta de cereales ucranianos en los mercados mundiales debido a la guerra ha hecho subir los precios de los alimentos en todo el mundo.

El año pasado Ucrania exportó productos agrícolas por un valor superior a los 27.000 millones de dólares, de los cuales la Unión Europea, su principal cliente, compró 7.600 millones. El mayor negocio está en el maíz, seguido a poca distancia por el aceite de girasol y el trigo. 

Todas son partidas de más de 5.000 millones de dólares y productos básicos que el bloqueo de los principales puertos del país -sobre todo el de Odessa- impiden sacar de Ucrania, una situación que impulsará al alza la desbocada inflación de nuestro país.

La semana pasada, el Ministerio de Agricultura de Ucrania dijo que los agricultores han sembrado 2,5 millones de hectáreas de cultivos de primavera en lo que va del año, el 20% del área esperada, y agregó que el área de siembra de primavera podría caer un 20% debido a la invasión rusa.

Ucrania fue en la campaña 2020-2021 el mayor proveedor de cereales de España tras Brasil, con una media de 2,7 millones de toneladas anuales. ¿Qué alternativas hay a Ucrania? El representante de la patronal española Cesfac apuntó tres posibilidades para importar maíz: Estados Unidos, Canadá y Argentina, «aunque esta última sería de cosecha vieja», correspondiente a la anterior campaña. 

A lo que se sumarían pequeños stocks de países como Serbia. Una operación no exenta de algunos problemas, especialmente por la normativa europea: en la producción argentina pueden encontrarse restos de un pesticida «usado hasta hace dos años» - en palabras de Cesfac - que lleva años caducado en la Unión Europea.

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