Era viernes 12 de mayo. Año 1978.
Su jefe de prensa, Fernando Ónega, quiso enseñarnos la parte oficial de
La Moncloa mientras Adolfo Suárez se cambiaba de ropa tras un largo
Consejo de Ministros. Era amigo, porque habían trabajado juntos hacía
años en Vigo, de mi fotógrafo gallego, Perfecto Arjones, lo que
procuraba entre los tres una atmósfera incluso mejor que entre colegas.
Tras
una vuelta por el jardín, conocimos diversas dependencias del palacio
que, antes de ser la sede de la Presidencia del Gobierno, había sido
residencia oficial de los jefes de Estado en visita oficial a España.
Era una forma sutil de que Ónega fuera midiendo nuestra profesionalidad 'ad hoc' antes del encuentro con su señorito y avisarle de percepciones si fuese necesario.
De
pronto, apareció Suárez en lo alto de una escalera y se aproximó a
nosotros cordial, encantador, directo... como si nos conociésemos de
toda la vida. Nos invitó a pasar a su despacho oficial mientras encendía
el primero de toda una serie de cigarrillos de tabaco negro 'Ducados'.
Y nos sentamos para intentar la primera entrevista que concedía a un
periodista como jefe del Gobierno que era desde el 3 de julio de 1976.
No fijó tiempo alguno y, tras unos momentos coloquiales y de situación,
de forma natural fueron surgiendo las preguntas que estaban en la mente
de todos.
No
resultó fácil conseguir la entrevista pero gracias a varias
intervenciones de terceros, Suárez accedió sin reparos ni exigencia de
cuestionario previo. En primer lugar, del gobernador civil de Alicante,
el democristiano antifranquista ya desaparecido, José Duato, padre del
luego famoso bailarín Nacho Duato; en segundo, del conseguidor
alicantino y amigo de ambos, Antonio Navalón, también más que famoso
luego por sus polémicos asesoramientos a Ruíz-Mateos y Mario Conde, y
hombre muy cercano ya entónces al Presidente. Y en tercero, por la
existencia de un muy buen amigo común de nuestros veraneos mediterráneos
en la Dehesa de Campoamor. Esa combinación le hizo acceder... aunque
con condiciones desveladas por él mismo muy poco antes de comenzar.
Esas
condiciones eran ni grabar la entrevista ni tomar notas escritas.
Hablar de lo que se nos ocurriera pero nada más. Una hora
aproximadamente en la que Suárez, sin llegar a ser espontáneo, tuvo
momentos de cierta espontaneidad calculada sin dejar de lado que estaba
con periodistas que querían saber lo máximo, conscientes del privilegio
que suponía ser los primeros en poder charlar cara a cara con el primer
presidente de Gobierno de la nueva democracia española.
Creo
recordar que hablamos de casi todo lo que era actualidad política del
momento y de aspectos muy puntuales de su acción de gobierno. Aunque
sobre estrategia inmediata se nos escapó varias veces por la tangente.
El fondo de su argumentación era siempre el mismo de sus declaraciones
públicas e intervenciones parlamentarias aunque alguna 'guinda'
sí que logramos, como una, repito, calculada concesión a sus ocasionales
visitantes llegados de la periferia peninsular y su prensa de
provincias.
El
resultado luego tuvo mucho que ver con la excelente memoria que en
aquella época aún conservábamos mi compañero y yo. Porque nada más
abandonar La Moncloa, tras la despedida y foto de rigor con Suárez en la
puerta del palacio, aparcamos nuestro 'R-12' en la Ciudad
Universitaria y nos pusimos a recordar juntos lo recientemente vivido y a
tomar notas como locos. Dos días después, domingo 14, apareció la
entrevista en el diario "Información", de Alicante, coincidiendo con una visita del Presidente a esta provincia en su calidad de líder de UCD.
Aún
recuerdo las veces que Suárez se dirigió a mí para comentarla, mientras
intentaba avanzar en loor de multitud, en Elche, Elda, Alicante... Me
confesó lo sorprendido que estaba de nuestra memoria a la vista de lo
que pudo leer nada más aterrizar en el aeropuerto de El Altet. Años
después, en Alcorcón, durante una campaña del CDS a las elecciones
municipales, al verme entre los periodistas que seguían la campaña
electoral, volvió a recordarme esa entrevista que, por otra parte, era
más una narración de lo hablado que el clásico esquema de
pregunta-respuesta.
Con
el paso de los años tuve ocasión de verle algunas veces más y comprobar
que esa primera entrevista seguía siendo un recuerdo entrañable para
él, con el que yo había quedado irremediablemente asociado. Confieso
que, haberlo podido tratar en directo en su despacho y en las
condiciones tan especiales que se dieron, me provocó una especie de 'síndrome de Estocolmo'
positivo porque Suárez era capaz de secuestrar el ánimo de cualquiera
con su seducción de inteligencia emocional, muy bien trabajada desde que
militó en la 'Acción Católica' de Ávila.
Aquella
entrevista con la que me distinguió profesionalmente Suárez también me
marcó para siempre al quedar entre los compañeros como uno de mis hitos
periodísticos. Pero he de confesar que me dejó, hasta hoy mismo,
enganchado al personaje, de forma que todo lo que afectaba al ex
presidente me interesa en extremo, hasta llegar a lamentar profundamente
sus sufrimientos de todo tipo durante todos estos años y de los que he
tenido conocimiento de primera mano gracias a ex políticos de UCD, como
el también ex gobernador de Alicante y embajador de España, José María
Sanz-Pastor Mellado, que han logrado visitarlo en su casa de La Florida.
La
imagen que tengo fijada de él desde aquel día de primavera madrileña,
en los comienzos de esta democracia española, es la de un auténtico 'animal político'
que, además, es una muy buena persona y un español con sentido extremo
de la necesidad de convivencia frente a la confrontación.
Aquella gente como él, que hizo posible un país alineado con su entorno, hace tiempo que comenzó a desaparecer junto al espíritu de la Transición; un espíritu que en aquel despacho de La Moncloa, recuerdo aún hoy, ví rezumar por todas partes. Y ahora echamos de menos. Como hace una década nos pasa con Adolfo Suárez. Porque realmente hace tiempo que se nos fué con todo su bagaje de árbitro de situaciones difíciles.
Aquella gente como él, que hizo posible un país alineado con su entorno, hace tiempo que comenzó a desaparecer junto al espíritu de la Transición; un espíritu que en aquel despacho de La Moncloa, recuerdo aún hoy, ví rezumar por todas partes. Y ahora echamos de menos. Como hace una década nos pasa con Adolfo Suárez. Porque realmente hace tiempo que se nos fué con todo su bagaje de árbitro de situaciones difíciles.
(*) Periodista