El patirarca de Moscú Kirill, jefe de la Iglesia Ortodoxa Rusa, dijo que tanto Occidente como un nuevo patriarca rival, el metropólita Epifaniy, “tienen el mismo objetivo” de debilitar Rusia y hacer enemigos a pueblos hermanos, los rusos y los ucranianos”.
Expertos dicen que el especto religioso no es la principal razón de la invasión, pero tampoco puede ser ignorado.
“No se puede hablar de una guerra religiosa. Sin embargo, (la invasión) tiene una dimensión religiosa”, manifestó el reverendo Cyril Hovorun, sacerdote ortodoxo nacido en Ucrania que enseña eclesiología, relaciones internacionales y ecumenismo en la Universidad de Estocolmo.
Kirill hizo su comentario en respuesta a una carta del director interino del Consejo Mundial de Iglesias, quien lo exhortó a “alzar su voz” y mediar con las autoridades para frenar la guerra.
Kirill sostuvo que la guerra no era culpa de las autoridades rusas y que la raíz del conflicto son amenazas provenientes del exterior, tanto políticas como religiosas.
Destacó que el patriarca ecuménico de Constantinopla en el 2019 reconoció formalmente la independencia de la Iglesia Ortodoxa de Ucrania, un país que el patriarcado de Moscú considera bajo su jurisdicción.
El patriarca ecuménico, con sede en Turquía, es considerado “primero entre iguales” entre los patriarcas ortodoxos, pero, a diferencia de un papa, no tiene autoridad más allá de su propio territorio.
En enero, el ministro de relaciones exteriores ruso Sergey Lavrov acusó a Estados Unidos de estar “involucrado directamente en la actual crisis de los ortodoxos” y de haber “financiado al patriarca Bartolomeo de Constantinopla para que pudiese seguir una política divisiva, incluida Ucrania”.
No ofreció prueba alguna de esa supuesta manipulación, aunque funcionarios estadounidenses hablaron a favor del derecho de los ucranianos a la autodeterminación religiosa.
La mayoría de los rusos y los ucranianos son ortodoxos, pero la controversia va más allá de los números. El patriarca Kirill apoya desde hace tiempo al presidente ruso Vladimir Putin. Ambos promueven la idea de un “mundo ruso”, forjado a lo largo de un milenio de cultura cristiana ortodoxa compartida por Rusia, Ucrania y Bielorrusia.
Los ucranianos dicen que son un pueblo separado, relacionado con los rusos. En la antesala de la guerra, Putin criticó a la Ucrania moderna, diciendo que era un invento soviético ilegítimo. Sostuvo que los ortodoxos ucranianos que seguían siendo leales a Moscú estaban amenazados.
En su primer sermón desde la invasión, el 6 de marzo, Kirill aludió al concepto de un mundo ruso. Dijo que en Ucrania se libraba una lucha “metafísica”, entre un establishment liberal extranjero, que pretende que los países realicen “desfiles gays” para ser admitidos en un mundo de consumo y libertades excesivas.
Las disputas religiosas en la región datan de la llegada de los ortodoxos a esa parte del mundo hace un milenio.
En los primeros siglos, los ortodoxos de la zona de Kiev estaban bajo la jurisdicción del Patriarcado Ecuménico. Pero en 1686, con la iglesia de Constantinopla debilitada bajo el gobierno otomano, el patriarca ecuménico dispuso que el patriarcado de Moscú, hoy independiente, ordenase al principal obispo de Kiev.
La Iglesia Ortodoxa Rusa dice que ese fue un cambio de jurisdicción permanente. El Patriarcado Ecuménico afirma que fue algo temporal.
Hovorun dice que la historia de la iglesia moderna deja en claro que la independencia de la iglesia ortodoxa de Ucrania no es un proyecto de Estados Unidos.
“La idea de una iglesia independiente surge hace casi 100 años en Ucrania”, expresó Hovorun.
Ucrania tuvo una iglesia ortodoxa independiente durante un breve período de independencia en la década de 1920 y nuevamente tras su separación de la Unión Soviética al final de la Guerra Fría en los años 90.
Las dos ramas principales se unieron y fueron reconocidas por el patriarca ecuménico Bartolomeo como la Iglesia Ortodoxa de Ucrania en el 2019. Moscú se opuso firmemente a esa medida.
“Hasta que se dio ese paso, Kirill y todo el mundo podían referirse a las distintas iglesias ucranianas como cismáticas”, declaró Catherine Wanner, profesora de historia, antropología y estudios religiosos especializada en la región.
“En ese momento aumentó la rivalidad en torno a la autoridad del Patriarcado de Moscú y el Patriarcado Ecuménico”.
La disputa se politizó, indicó Hovorun, pero fue “en respuesta a la politización de la iglesia rusa a instancias del Kremlin”.
El Departamento de Estado norteamericano elogió la creación de una Iglesia Ortodoxa de Ucrania independiente. Ello, más los contactos con el patriarca ecuménico Bartolomeo, que se ha reunido con dignatarios de Estados Unidos, hace que los rusos hablen de una intromisión de Estados Unidos en el cisma.
Actualmente Ucrania es gobernada por un judío secular, el presidente Volodymyr Zelenskyy, quien dijo que no interferirá con los asuntos religiosos, de acuerdo con Wanner.
Muchos ucranianos ortodoxos se mantenían fieles al patriarcado de Moscú. Pero están reconsiderando esa lealtad en vista de que el patriarca ruso no condenó la invasión de Rusia.
“Lamentablemente, los pedidos de paz del patriarca Kirill suenan falsos en vista de que aprueba la invasión de una nación soberana en nombre de una noción imperialista de un ‘mundo ruso’ que ya no existe”.








La
guerra entre Rusia y Ucrania ya está provocando una alteración sin
precedentes en las cadenas de suministro mundiales, exacerbando la
escasez de combustible e induciendo niveles crónicos de inflación.
Las consecuencias económicas de la guerra conducirán a una dramática reducción de la mano de obra mundial.
La
guerra ha reducido significativamente la dependencia de Europa del
sector energético ruso y ha reforzado la importancia de los Objetivos de
Desarrollo Sostenible de la ONU y de las emisiones «netas», que se
encuentran en el centro del Gran Reset.
La
escasez de alimentos creada por la guerra ofrecerá un gran impulso a la
industria de la biología sintética, transformará radicalmente el sector
agrícola y fomentará la adopción de alternativas cultivadas en
laboratorio.
La
exclusión de Rusia de la SWIFT (Sociedad para las Telecomunicaciones
Financieras Interbancarias Mundiales) generará el tipo de retroceso
necesario para acorralar a grandes franjas de la población mundial en
una red de control tecnocrático.
La
guerra marca un importante punto de inflexión en la aspiración
globalista de un nuevo orden internacional basado en reglas y anclado en
Eurasia.
El
conflicto entre Rusia y Ucrania catapultará a Israel, uno de los
principales defensores del Gran Reset, a un protagonismo internacional
aún mayor.
Las identificaciones
digitales son un pilar central de la agenda del Gran Reajuste del Foro
Económico Mundial. Deben racionalizarse en todos los sectores, cadenas
de suministro y mercados como forma de avanzar en los ODS 2030 de la
ONU.
Europa
está directamente en la línea de fuego una vez que está en marcha una
guerra híbrida entre la OTAN y el eje chino-ruso. El peligro de
ciberataques reforzará las exigencias de ciberseguridad, y por lo tanto,
impulsará los sistemas de identificación digital.
Las
implicaciones económicas de esta guerra serán tan desastrosas que los
gobiernos y el sector público necesitarán una importante inyección de
capital privado para hacer frente al déficit de financiación.






