ROMA.- El pueblo ucraniano, independientemente del grupo étnico al que
pertenezca, no es más que el último rehén involuntario del régimen
totalitario supranacional que puso de rodillas a las economías
nacionales de todo el mundo mediante el engaño del COVID.
«Nada
se pierde con la paz. Todo puede perderse con la guerra. Que los
hombres vuelvan al entendimiento. Que vuelvan a negociar. Que negocien
con buena voluntad y con respeto a los derechos de cada uno, que se den
cuenta de que un éxito honorable nunca está excluido cuando hay
negociaciones sinceras y activas. Y se sentirán grandes -con verdadera
grandeza- si imponiendo el silencio a las voces de la pasión, ya sea
colectiva o privada, y dejando a la razón su propio dominio, evitan a
sus hermanos el derramamiento de sangre y la ruina de su patria».
Así
se dirigía el 24 de agosto de 1939 Pío XII a los gobernantes y a los
pueblos ante la inminencia de la guerra. No eran palabras de pacifismo
vacío, ni de silencio cómplice ante las múltiples violaciones de la
justicia que se estaban llevando a cabo en muchos sectores. En aquel
mensaje radiofónico, que algunos aún recuerdan haber escuchado, el
llamamiento del Romano Pontífice invocaba el «respeto a los derechos de los demás» como requisito previo para unas negociaciones de paz fructíferas.
La narrativa de los medios de comunicación
Si
observamos lo que está ocurriendo en Ucrania, sin dejarnos engañar por
las burdas falsificaciones de los principales medios de comunicación,
nos damos cuenta de que se ha ignorado por completo el respeto a los
derechos de los demás; de hecho, tenemos la impresión de que la
administración Biden, la OTAN y la Unión Europea quieren mantener
deliberadamente una situación de evidente desequilibrio, precisamente
para hacer imposible cualquier intento de resolución pacífica de la
crisis ucraniana, provocando a la Federación Rusa para que desencadene
un conflicto. Aquí radica la gravedad del problema. Esta es la trampa
tendida tanto a Rusia como a Ucrania, utilizando a ambas para que la
élite globalista pueda llevar a cabo su plan criminal.
No
debería sorprendernos que el pluralismo y la libertad de expresión, tan
alabados en los países que se proclaman democráticos, sean diariamente
desautorizados por la censura y la intolerancia hacia las opiniones no
alineadas con la narrativa oficial. Manipulaciones de este tipo se han
convertido en la norma durante la llamada pandemia, en detrimento de
médicos, científicos y periodistas disidentes, que han sido
desacreditados y condenados al ostracismo por el mero hecho de atreverse
a cuestionar la eficacia de las vacunas experimentales. Dos años
después, la verdad sobre los efectos adversos y la desafortunada gestión
de la emergencia sanitaria les ha dado la razón, pero la verdad se
ignora obstinadamente porque no se corresponde con lo que el sistema
quería, y sigue queriendo hoy.
Si
los medios de comunicación mundiales han sido capaces, hasta ahora, de
mentir descaradamente en un asunto de estricta relevancia científica,
difundiendo mentiras y ocultando la realidad, deberíamos preguntarnos
por qué, en la situación actual, deberían recuperar repentinamente esa
honestidad intelectual y respeto al código deontológico tan ampliamente
negado con el COVID.
Pero
si este fraude colosal ha sido apoyado y difundido por los medios de
comunicación, hay que reconocer que las instituciones sanitarias
nacionales e internacionales, los gobiernos, los magistrados, las
fuerzas del orden y la propia jerarquía católica comparten la
responsabilidad del desastre -cada uno en su ámbito al apoyar
activamente, o no oponerse, a la narración-; un desastre que ha afectado
a miles de millones de personas en su salud, sus bienes, el ejercicio
de sus derechos individuales e incluso su propia vida.
Incluso en este
caso, es difícil imaginar que quienes han sido culpables de tales
crímenes en apoyo de una pandemia intencionada y maliciosamente
amplificada puedan de repente recuperar su dignidad y mostrar solicitud
por sus ciudadanos y su patria cuando una guerra amenaza su seguridad y
su economía.
Estas,
por supuesto, pueden ser las prudentes reflexiones de quienes quieren
permanecer neutrales y mirar con desapego y casi desinterés lo que
ocurre a su alrededor. Pero si profundizamos en el conocimiento de los
hechos y los documentamos, apoyándonos en fuentes autorizadas y
objetivas, descubrimos que las dudas y perplejidades se convierten
pronto en inquietantes certezas.
Incluso
limitando nuestra investigación al aspecto económico, nos damos cuenta
de que las agencias de noticias, la política y las propias instituciones
públicas dependen de un pequeño número de grupos financieros
pertenecientes a una oligarquía que está unida, de manera significativa,
no solo por el dinero y el poder, sino también por la filiación
ideológica que guía su acción e injerencia en la política de las
naciones y el mundo entero.
Esta oligarquía muestra sus tentáculos en la
ONU, la OTAN, el Foro Económico Mundial, la Unión Europea y en
instituciones «filantrópicas» como la Open Society de George Soros y la
Fundación Bill y Melinda Gates.
Todas
estas entidades son privadas y no responden a nadie más que a ellas
mismas y, al mismo tiempo, tienen el poder de influir en los gobiernos
nacionales, incluso a través de sus propios representantes, que se hacen
elegir o nombrar en puestos clave. Ellos mismos lo admiten cuando son
recibidos con todos los honores por los jefes de Estado y los líderes
mundiales, respetados y temidos por estos como los verdaderos dueños del
destino del mundo.
Así, los que ostentan el poder en nombre del «pueblo»
se encuentran pisoteando la voluntad del pueblo y restringiendo sus
derechos a fin de ser los obedientes cortesanos de unos amos a los que
nadie ha elegido pero que, sin embargo, dictan su agenda política y
económica a las naciones.
Llegamos
entonces a la crisis de Ucrania, que nos presentan como una
consecuencia de la arrogancia expansionista de Vladimir Putin hacia una
nación independiente y democrática sobre la que intenta reclamar
derechos absurdos. Se dice que el «belicista Putin» está masacrando a la
población indefensa que se ha levantado valientemente para defender el
suelo de su patria, las sagradas fronteras de su nación y las libertades
violadas de los ciudadanos. La Unión Europea y Estados Unidos,
«defensores de la democracia», se dicen incapaces de no intervenir por
medio de la OTAN para restaurar la autonomía de Ucrania, expulsar al
«invasor» y garantizar la paz.
Ante la «arrogancia del tirano», se dice
que los pueblos del mundo deberían formar un frente común, imponiendo
sanciones a la Federación Rusa y enviando soldados, armas y ayuda
económica al «pobre» presidente Zelenskyy, «héroe nacional» y «defensor»
de su pueblo. Como prueba de la «violencia» de Putin, los medios de
comunicación difunden imágenes de bombardeos, registros militares y
destrucción, atribuyendo la responsabilidad a Rusia. Y aún hay más:
precisamente para garantizar una «paz duradera», la Unión Europea y la
OTAN abren los brazos para acoger a Ucrania como miembro. Y para evitar
la «propaganda soviética» Europa censura Russia Today y Sputnik para
garantizar que la información sea «libre e independiente».
Esta
es la narrativa oficial, a la que todo el mundo se ajusta. Estando en
guerra, la disidencia se convierte inmediatamente en deserción, y los
que disienten son culpables de traición y merecedores de sanciones más o
menos graves, empezando por la execración pública y el ostracismo, bien
experimentado con el COVID contra los «no vacunados».
Pero la verdad,
si se quiere conocer, nos permite ver las cosas de otra manera y juzgar
los hechos por lo que son y no por cómo se nos presentan. Es un
descubrimiento verdadero y propio, como indica la etimología de la
palabra griega ἀλήθεια. O quizás, con una mirada escatológica, una
revelación, un ἀποκάλυψις.
La expansión de la OTAN
En
primer lugar, es necesario recordar los hechos, que no mienten ni son
susceptibles de ser alterados. Y los hechos, por muy irritante que sea
recordarlos para quienes tratan de censurarlos, nos dicen que, desde la
caída del Muro de Berlín, Estados Unidos ha extendido su esfera de
influencia política y militar a casi todos los estados satélites de la
antigua Unión Soviética, incluso recientemente, anexionando a la OTAN a
Polonia, la República Checa y Hungría (1999); Estonia, Letonia,
Lituania, Eslovenia, Eslovaquia, Bulgaria y Rumanía (2004); Albania y
Croacia (2009); Montenegro (2017) y Macedonia del Norte (2020). La
Organización del Tratado del Atlántico Norte está preparando su
ampliación a Ucrania, Georgia, Bosnia y Herzegovina y Serbia.
En la
práctica, la Federación Rusa está amenazada militarmente -con bases de
armas y misiles- a pocos kilómetros de sus fronteras, mientras que no
tiene ninguna base militar con una proximidad similar a Estados Unidos.
Considerar
la posible expansión de la OTAN en Ucrania, sin pensar que despertará
las legítimas protestas de Rusia, es poco menos que desconcertante,
sobre todo teniendo en cuenta que en 1991 la OTAN se comprometió con el
Kremlin a no expandirse más. No solo eso: a finales de 2021, Der Spiegel publicó los borradores de un tratado con Estados Unidos y un acuerdo con la OTAN sobre garantías de seguridad (aquí, aquí y aquí).
Moscú exigía a sus socios occidentales garantías legales que impidieran
a la OTAN una mayor expansión hacia el este mediante la anexión de
Ucrania a la alianza y, también, el establecimiento de bases militares
en los países postsoviéticos. Las propuestas también contenían una
cláusula sobre el no despliegue de armas ofensivas por parte de la OTAN
cerca de las fronteras de Rusia y sobre la retirada de las fuerzas de la
OTAN en Europa del Este a sus posiciones de 1997.
Como
vemos, la OTAN ha incumplido sus compromisos con Rusia, o al menos ha
forzado la situación en un momento muy delicado para los equilibrios
geopolíticos. Deberíamos preguntarnos por qué Estados Unidos -o más bien
el deep state
estadounidense que recuperó el poder tras el fraude electoral que llevó
a Joe Biden a la Casa Blanca- quiere crear tensiones con Rusia e
implicar a sus socios europeos en el conflicto, con todas las
consecuencias que podemos imaginar.
Como
ha observado lúcidamente el general Marco Bertolini, antiguo comandante
del Mando Operativo Conjunto de la Cumbre: «Estados Unidos no se limitó
a ganar la Guerra Fría, sino que también quiso humillar [a Rusia]
llevándose todo lo que en cierto sentido entraba en su área de
influencia. [Putin] soportó que los países bálticos, Polonia, Rumanía y
Bulgaria [entraran en la OTAN]. Ante la entrada de Ucrania [en la OTAN],
que le habría quitado toda posibilidad de acceso al Mar Negro,
reaccionó» (aquí).
Y añade: «Hay un problema de estabilidad del régimen, ha surgido una
situación con un primer ministro bastante improbable [Zelenskyy], que
viene del mundo del espectáculo». El general no deja de recordar, en el
caso de un ataque de Estados Unidos a Rusia, que «los Global Hawks que
sobrevuelan Ucrania parten de Sigonella [Italia]; Italia es, en gran
parte, una base militar estadounidense. El riesgo está ahí, es presente y
real» (aquí).
Intereses derivados del bloqueo del suministro de gas ruso
Habría
que preguntarse también si, detrás de la desestabilización del delicado
equilibrio entre la Unión Europea y Rusia, hay también intereses
económicos, derivados de la necesidad de los países de la UE de obtener
gas licuado estadounidense (para el que también se necesitan las plantas
de regasificación de las que se ven privadas muchas naciones, y por las
que en cualquier caso habrá que pagar mucho más) en lugar del gas ruso
(que es más ecológico).
La
decisión de la empresa italiana de petróleo y gas ENI de suspender las
inversiones en el gasoducto Blue Stream de Gazprom (de Rusia a Turquía)
supone también la privación de una fuente adicional de suministro, ya
que alimenta el gasoducto transatlántico (de Turquía a Italia).
Por
lo tanto, no parece una coincidencia que, en agosto de 2021, Zelenskyy
declarara que consideraba el gasoducto Nord Stream 2 entre Rusia y
Alemania como «un arma peligrosa, no solo para Ucrania sino para toda
Europa» (aquí):
al pasar por encima de Ucrania, priva a Kiev de unos mil millones de
euros al año en ingresos por tarifas de tránsito.
«Vemos este proyecto
exclusivamente a través del prisma de la seguridad y lo consideramos un
arma geopolítica peligrosa del Kremlin», dijo el presidente ucraniano,
coincidiendo con la administración Biden. La subsecretaria de Estado
estadounidense, Victoria Nuland, declaró: «Si Rusia invade Ucrania, Nord
Stream 2 no seguirá adelante». Y así ha ocurrido, no sin graves
perjuicios económicos para las inversiones alemanas.
Los laboratorios virológicos del Pentágono en Ucrania
Siguiendo
con el tema de los intereses estadounidenses en Ucrania, cabe mencionar
los laboratorios virológicos situados en Ucrania que están bajo el
control del Pentágono y en los que, al parecer, solo trabajan
especialistas estadounidenses con inmunidad diplomática directamente
bajo el Ministerio de Defensa estadounidense.
Hay
que recordar también la denuncia de Putin sobre la recogida de datos
genómicos sobre la población, que pueden ser utilizados para armas
bacteriológicas con selección genética (aquí, aquí y aquí).
La información sobre la actividad de los laboratorios en Ucrania es
obviamente difícil de confirmar, pero es comprensible que la Federación
Rusa considerara, no sin razón, que estos laboratorios podrían
constituir una amenaza bacteriológica adicional para la seguridad de la
población. La Embajada de Estados Unidos ha eliminado de su página web
todos los archivos relacionados con el Programa de Reducción de la
Amenaza Biológica (aquí).
Maurizio
Blondet escribe: «El evento 201, que simulaba la explosión de la
pandemia un año antes de que se produjera, contó con la participación
(junto a los habituales Bill y Melinda) de la aparentemente inofensiva
Universidad John Hopkins con su bendito Centro de Seguridad Sanitaria.
La institución humanitaria tuvo durante mucho tiempo un nombre menos
inocente: se llamaba Center for Civilian Biodefence Strategies y no se
ocupaba de la salud de los estadounidenses, sino de su contrario: la
respuesta a los ataques militares de bioterrorismo.
Era prácticamente
una organización cívico-militar. Cuando celebró su primera conferencia
en febrero de 1999 en Crystal City, en Arlington [Virginia], donde se
encuentra el Pentágono, reunió a 950 médicos, militares, funcionarios
federales y responsables sanitarios para participar en un ejercicio de
simulación.
El objetivo del simulacro fue contrarrestar un imaginario
ataque de viruela «militarizado». Fue solo el primero de los ejercicios
que florecerán en el Evento 201 y en la Impostura Pandémica (aquí)».
También emergen experimentos sobre los militares ucranianos (aquí)
e intervenciones de la embajada americana sobre el fiscal ucraniano
Lutsenko en 2016 para que no investigara «una ronda de fondos
multimillonaria entre G. Soros y B. Obama» (aquí).
Una amenaza indirecta para las ambiciones expansionistas de China en Taiwán
La
actual crisis ucraniana tiene consecuencias secundarias, pero no menos
graves, en el equilibrio geopolítico entre China y Taiwán. Rusia y
Ucrania son los únicos productores de paladio y neón, indispensables
para la producción de microchips.
«La
posible represalia de Moscú ha atraído más atención en los últimos días
después de que el grupo de investigación de mercados Techcet publicara
un informe en el que se destaca la dependencia de muchos fabricantes de
semiconductores de materiales de origen ruso y ucraniano, como el neón,
el paladio y otros.
Según las estimaciones de Techcet, más del 90% de
los suministros estadounidenses de neón para semiconductores proceden de
Ucrania, mientras que el 35% del paladio estadounidense proviene de
Rusia. […] Según la Comisión de Comercio Internacional de Estados
Unidos, los precios del neón aumentaron un 600% antes de la anexión de
la península de Crimea por parte de Rusia en 2014, porque las empresas
de chips dependían de algunas empresas ucranianas […]
Si
es cierto que una invasión china de Formosa pondría en riesgo la cadena
de suministro tecnológico mundial, también lo es que una repentina
escasez de materias primas procedentes de Rusia podría detener la
producción, lo que ocasionaría que la isla perdiera el ‘escudo de los
microchips’ induciendo así a Pekín a intentar la anexión de Taipéi». (FUENTE)
El conflicto de intereses de Biden en Ucrania
Otro
asunto que no solemos analizar en profundidad es el relacionado con
Burisma, una empresa de petróleo y gas que opera en el mercado ucraniano
desde 2002.
«[…]
Durante la presidencia estadounidense de Barack Obama (de 2009 a 2017),
su mano derecha con ‘poderes’ para manejar la política internacional
fue Joe Biden; desde entonces, el líder demócrata estadounidense ofrece
su ‘protección’ a los nacionalistas ucranianos, una línea que creó el
irreconciliable desacuerdo entre Kiev y Moscú. […] Fue Joe Biden quien,
en aquellos años, llevó a cabo la política de acercar a Ucrania a la
OTAN. Quería quitarle poder político y económico a Rusia. […] En los
últimos años, el nombre de Joe Biden también se asoció a un escándalo
sobre Ucrania que incluso hizo tambalear su candidatura. […] En abril de
2014, Burisma Holdings, la mayor empresa energética de Ucrania (activa
tanto en gas como en petróleo), contrató a Hunter Biden como consultor
[…] con un sueldo de 50.000 dólares al mes.
Todo transparente, salvo que
durante esos meses Joe Biden continuó la política estadounidense
destinada a recuperar la posesión por parte de Ucrania de las zonas del
Donbass que ahora se han convertido en repúblicas reconocidas por Rusia.
Se cree que la zona de Donetsk es rica en yacimientos de gas
inexplorados, objeto de los intereses de Burisma Holdings. Una política
internacional entrelazada con la económica que hizo que los medios de
comunicación norteamericanos se pusieran de perfil en aquellos años» (FUENTE).
Los
demócratas afirmaron que Trump había creado un escándalo mediático para
perjudicar la campaña de Biden, pero sus acusaciones resultaron ser
ciertas. El propio Joe Biden, durante una reunión en el Rockefeller
Council for Foreign Relations, admitió haber intervenido sobre el
entonces presidente Petro Poroshenko y el primer ministro Arsenij
Yatseniuk para evitar las investigaciones sobre su hijo Hunter por parte
del fiscal general Viktor Shokin.
Biden había amenazado «con retener
una garantía de préstamo de mil millones de dólares en Estados Unidos
durante un viaje a Kiev en diciembre de 2015», informa el New York Post. «Si [el Procurador General Shokin] no es despedido, no tendrán el dinero» (aquí y aquí). Y el fiscal fue efectivamente despedido, salvando a Hunter de un nuevo escándalo.
La
injerencia de Biden en la política de Kiev, a cambio de favores a los
burócratas y a los oligarcas corruptos, confirma el interés del actual
presidente de EE.UU. por proteger a su familia y su imagen, alimentando
el desorden en Ucrania e incluso una guerra. ¿Cómo puede gobernar con
honestidad y sin ser objeto de chantaje una persona que utiliza su cargo
para cuidar sus propios intereses y encubrir los delitos de sus
familiares?
La cuestión nuclear ucraniana
Por
último, está la cuestión de las armas nucleares ucranianas. El 19 de
febrero de 2022, en una conferencia en Múnich, Zelenskyy anunció su
intención de poner fin al Memorándum de Budapest (1994) que prohíbe a
Ucrania el desarrollo, la proliferación y el uso de armas atómicas.
Entre las demás cláusulas del Memorándum, figura también la que obliga a
Rusia, Estados Unidos y el Reino Unido a abstenerse de utilizar la
presión económica sobre Ucrania para influir en su política: las
presiones del FMI y de Estados Unidos para conceder ayuda económica a
cambio de reformas acordes con el Gran Reseteo representan una nueva
violación del acuerdo.
El
embajador ucraniano en Berlín, Andriy Melnyk, argumentó en la radio
Deutschlandfunk en 2021 que Ucrania tenía que recuperar el estatus
nuclear si el país no entraba en la OTAN. Las centrales nucleares
ucranianas son operadas, reconstruidas y mantenidas por la empresa
estatal NAEK Energoatom, que terminó por completo su relación con
empresas rusas entre 2018 y 2021. Sus principales socios son empresas
que se pueden rastrear hasta el gobierno de Estados Unidos. Es fácil
entender cómo la Federación Rusa considera la posibilidad de que Ucrania
adquiera armas nucleares como una amenaza y exija la adhesión de Kiev
al pacto de no proliferación.
La revolución de colores en Ucrania y la independencia de Crimea, Donetsk y Lugansk
En
2013, después de que el gobierno del presidente Víktor Yanukóvich
decidiera suspender el acuerdo de asociación entre Ucrania y la Unión
Europea y estrechar las relaciones económicas con Rusia, se iniciaron
una serie de manifestaciones de protesta conocidas como Euromaidan, que
duraron varios meses y culminaron en la revolución que derrocó a
Yanukóvich y llevó a la instalación de un nuevo gobierno.
Fue una
operación auspiciada por George Soros, tal y como declaró con franqueza a
la CNN: «Tengo una fundación en Ucrania desde antes de que se
independizara de Rusia; esta fundación siempre ha estado en el negocio y
ha jugado un papel decisivo en los acontecimientos de hoy» (aquí, aquí y aquí).
Este
cambio de gobierno provocó la reacción de los partidarios de Yanukóvich
y de una parte de la población ucraniana que se oponía al giro
prooccidental de Ucrania, que no había sido deseado por la población,
sino que se obtuvo mediante una revolución de colores, de la que hubo
ensayos generales en años anteriores en Georgia, Moldavia y Bielorrusia.
Tras
los enfrentamientos del 2 de mayo de 2014, en los que también
intervinieron las franjas paramilitares nacionalistas (incluidas las del
Pravyi Sektor), se produjo también la masacre de Odessa. La prensa
occidental también habló de estos terribles sucesos de forma
escandalosa; Amnistía Internacional (aquí)
y la ONU denunciaron estos crímenes y documentaron su brutalidad. Pero
ningún tribunal internacional inició ningún proceso contra los
responsables, como se pretende hacer hoy contra los supuestos crímenes
del ejército ruso.
Entre
los numerosos acuerdos no respetados se encuentra también el Protocolo
de Minsk, firmado el 5 de septiembre de 2014 por el Grupo de Contacto
Trilateral sobre Ucrania, compuesto por representantes de Ucrania,
Rusia, la República Popular de Donetsk y la República Popular de
Lugansk.
Entre los puntos del acuerdo estaba también la retirada de los
grupos armados ilegales, del material militar, así como de los
combatientes y mercenarios del territorio de Ucrania bajo la supervisión
de la OSCE y el desarme de todos los grupos ilegales. En contra de lo
acordado, los grupos paramilitares neonazis no solo fueron reconocidos
oficialmente por el gobierno, sino que sus miembros reciben incluso
misiones oficiales.
También
en 2014, Crimea, Donetsk y Lugansk declararon su independencia de
Ucrania -en nombre de la autodeterminación de los pueblos reconocida por
la comunidad internacional- y se declararon anexionadas a la Federación
Rusa. El gobierno ucraniano sigue negándose a reconocer la
independencia de estas regiones, sancionada por referéndum popular, y
deja a las milicias neonazis y a las propias fuerzas militares regulares
libertad para ensañarse con la población, ya que considera a estas
entidades como organizaciones terroristas.
Es cierto que los dos
referendums del 2 de noviembre de 2014 constituyen un estiramiento del
Protocolo de Minsk, que solo preveía una descentralización del poder y
una forma de estatuto especial para las regiones de Donetsk y Lugansk.
Como
ha señalado recientemente el profesor Franco Cardini, «el 15 de febrero
de 2022, Rusia entregó a Estados Unidos un proyecto de tratado para
poner fin a esta situación y defender a las poblaciones de habla rusa.
Papel mojado. Esta guerra comenzó en 2014» (aquí y aquí).
Y
era una guerra en las intenciones de los que querían combatir a la
minoría rusa de Donbass: «Nosotros tendremos trabajo y pensiones, y
ellos no. Recibiremos bonificaciones por tener hijos, y ellos no.
Nuestros hijos tendrán escuelas y guarderías; los suyos se quedarán en
los sótanos. Así ganaremos esta guerra», dijo el presidente Petro
Poroshenko en 2015 (aquí).
No se nos escapa que estas medidas son similares a la discriminación de
los llamados «no vacunados», a los que se ha privado de trabajo, sueldo
y educación. Ocho años de bombardeos en Donetsk y Lugansk, con cientos
de miles de víctimas, 150 niños muertos y gravísimos casos de tortura,
violación, secuestro y discriminación (aquí).
El
18 de febrero de 2022, los presidentes de Donetsk y Lugansk, Denis
Pushilin y Leonid Pasechnik, ordenaron la evacuación de la población
civil de sus provincias hacia la Federación Rusa debido a los
enfrentamientos en curso entre la Milicia Popular de Donbass y las
Fuerzas Armadas de Ucrania. El 21 de febrero, la Duma Estatal (Cámara
Baja del Parlamento ruso) ratificó por unanimidad los tratados de
amistad, cooperación y asistencia mutua introducidos por el presidente
Putin con las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk.
Al mismo
tiempo, el presidente ruso ordenó el envío de tropas de la Federación de
Rusia para restablecer la paz en la región de Donbass.
Aquí
cabe preguntarse por qué, en una situación de flagrante violación de
los derechos humanos por parte de las fuerzas militares y los aparatos
paramilitares neonazis (que enarbolan banderas con esvásticas y exhiben
la efigie de Aldolf Hitler) contra la población de habla rusa de las
repúblicas independientes, la comunidad internacional se siente obligada
a considerar que la intervención de la Federación Rusa es digna de
condena, e incluso a culpar a Putin de la violencia.
¿Dónde está el tan
cacareado derecho del pueblo a la autodeterminación, que se hizo válido
el 24 de agosto de 1991 para la proclamación de la independencia de
Ucrania y que fue reconocido por la comunidad internacional? ¿Y por qué
nos escandalizamos hoy por una intervención rusa en Ucrania, cuando la
OTAN llevó a cabo el mismo tipo de acciones en Yugoslavia (1991), Kosovo
(1999), Afganistán (2001), Iraq (2003), y en Libia y Siria (2011), sin
que nadie planteara ninguna objeción?
Por no mencionar que en los
últimos diez años Israel ha atacado repetidamente objetivos militares en
Siria, Irán y Líbano para evitar la creación de un frente armado hostil
en su frontera norte y, sin embargo, ninguna nación ha propuesto
imponer sanciones a Tel Aviv.
Resulta
desconcertante comprobar con qué hipocresía la Unión Europea y Estados
Unidos -Bruselas y Washington- dan su apoyo incondicional al presidente
Zelenskyy, cuyo gobierno lleva ocho años persiguiendo impunemente a los
ucranianos de habla rusa (aquí),
a los que incluso se les prohíbe hablar en su propia lengua, en una
nación que incluye numerosos grupos étnicos, de los que los que hablan
ruso representan el 17,2%.
Y es escandaloso que guarden silencio sobre
la utilización de civiles como escudos humanos por parte del ejército
ucraniano, que coloca posiciones antiaéreas en el interior de núcleos de
población, hospitales, escuelas y guarderías, precisamente para que su
destrucción provoque muertes entre la población.
Los
medios de comunicación dominantes se cuidan de no mostrar imágenes de
soldados rusos ayudando a los civiles a alcanzar posiciones seguras (aquí y aquí) u organizando corredores humanitarios, sobre los que disparan las milicias ucranianas (aquí y aquí).
Al igual que también se calla sobre los ajustes de cuentas, las
masacres, la violencia y los robos por parte de franjas de la población
civil, a los que Zelenskyy ha entregado armas: los vídeos que se pueden
ver en internet dan una idea del clima de guerra civil que ha alimentado
astutamente el Gobierno ucraniano.
A esto hay que añadir los convictos
liberados para ser reclutados en el Ejército y también los voluntarios
de la legión extranjera: una masa de fanáticos sin reglas y sin
formación que contribuirá a empeorar la situación, haciéndola
ingobernable.
El presidente Volodymyr Oleksandrovych Zelenskyy
Como han señalado muchos partidos, la candidatura y elección del presidente ucraniano Zelenskyy corresponde a ese reciente cliché,
inaugurado en los últimos años, de que un actor cómico o una
personalidad del espectáculo se preste a la política. No hay que creer
que carecer de un cursus honorum
adecuado sea un obstáculo para ascender a la cima de las instituciones;
al contrario: cuanto más extraña sea una persona, en apariencia, al
mundo de los partidos políticos, más habrá que suponer que su éxito
viene determinado por quienes ostentan el poder.
Las actuaciones de
Zelenskyy travestido son perfectamente coherentes con la ideología LGBTQ
que sus patrocinadores europeos consideran un requisito indispensable
de la agenda de «reformas» que todo país debería adoptar, junto con la
igualdad de género, el aborto y la economía verde. No es de extrañar que Zelenskyy, miembro del FEM (aquí),
haya podido beneficiarse del apoyo de Schwab y sus aliados para llegar
al poder y asegurarse de que el Gran Reseteo también se lleve a cabo en
Ucrania.
La
serie de televisión de 57 episodios que Zelenskyy produjo y protagonizó
demuestra que los medios de comunicación planificaron su candidatura a
la presidencia de Ucrania y su campaña electoral. En la serie de ficción
El siervo del pueblo
interpreta el papel de un profesor de instituto que se convierte
inesperadamente en Presidente de la República y lucha contra la
corrupción de la política.
No es casualidad que la serie, que era
absolutamente mediocre, ganara aun así el premio Remi del WorldFest
(EE.UU., 2016), quedara entre los cuatro primeros finalistas en la
categoría de películas de comedia en los Seoul International Drama
Awards (Corea del Sur) y recibiera el premio Intermedia Globe Silver en
la categoría de series de televisión de entretenimiento en el World
Media Film Festival de Hamburgo.
El
revuelo mediático obtenido por Zelenskyy con la serie de televisión le
reportó más de 10 millones de seguidores en Instagram y creó la premisa
para la creación del partido político homónimo Siervo del Pueblo, del
que también forma parte Ivan Bakanov, director general y accionista
(junto con el propio Zelenskyy y el oligarca Kolomoisky) del estudio
Kvartal 95, además de propietario de la cadena de televisión TV 1+1.
La
imagen de Zelenskyy es un producto artificial, una ficción mediática,
una operación de manipulación del consenso que ha conseguido crear en el
imaginario colectivo ucraniano el personaje político que en la
realidad, y no en la ficción, ha conquistado el poder.
«Apenas
un mes antes de las elecciones de 2019 que le dieron la victoria,
Zelenskyy vendió la empresa [Kvartal 95 Studio] a un amigo, encontrando
aún la manera de obtener beneficios del negocio al que había renunciado
oficialmente en aras de su familia. Ese amigo era Serhiy Shefir, que
posteriormente fue nombrado consejero de la Presidencia. […] La venta de
las acciones tuvo lugar en beneficio de Maltex Multicapital Corp., una
empresa propiedad de Shefir y registrada en las Islas Vírgenes
Británicas» (aquí).
El actual presidente ucraniano promocionó su campaña electoral con un anuncio cuanto menos inquietante (aquí),
en el que, sosteniendo dos ametralladoras, disparaba contra miembros
del Parlamento, señalados como corruptos o serviles a Rusia.
La
lucha contra la corrupción pregonada por el presidente ucraniano en su
papel de «servidor del pueblo» no se corresponde, sin embargo, con la
imagen que se desprende de él a partir de los llamados papeles de Pandora,
en los que parece que el multimillonario judío Kolomoisky[1] le pagó 40
millones de dólares en vísperas de las elecciones a través de cuentas
en paraísos fiscales (aquí, aquí y aquí)
[2].
En su país, muchos le acusan de haber arrebatado el poder a los
oligarcas prorrusos no para dárselo al pueblo ucraniano, sino para
reforzar su propio grupo de intereses y, al mismo tiempo, eliminar a sus
adversarios políticos: «Ha liquidado a los ministros de la vieja
guardia, en primer lugar al poderoso ministro del Interior, [Arsen]
Avakov. Ha retirado bruscamente al presidente del Tribunal
Constitucional que actuaba como control de sus leyes. Ha cerrado siete
canales de televisión de la oposición. Ha detenido y acusado de traición
a Viktor Medvedcuk, simpatizante prorruso pero, sobre todo, líder del
partido Plataforma de Oposición – Por la Vida, el segundo partido del
Parlamento ucraniano después de su partido Siervo del Pueblo.
También
está juzgando por traición al expresidente Poroshenko, que sospechaba de
todo el mundo menos de los que se llevaban bien con los rusos o sus
amigos. El alcalde de Kiev, el popular excampeón mundial de boxeo Vitaly
Klitchko, ya ha sido objeto de varios registros y confiscaciones. En
resumen, Zelenskyy parece querer hacer tabla rasa de todo aquel que no
esté alineado con su política» (aquí).
El
21 de abril de 2019, Zelenskyy fue elegido Presidente de Ucrania con el
73,22% de los votos, y el 20 de mayo prestó juramento. El 22 de mayo de
2019 nombró a Ivan Bakanov, Director General de Kvartal 95, como Primer
Jefe Adjunto de los Servicios de Seguridad de Ucrania y Jefe de la
Dirección Principal de Lucha contra la Corrupción y el Crimen Organizado
de la Dirección Central del Servicio de Seguridad de Ucrania.
Junto a
Bakanov, cabe mencionar a Mykhailo Fedorov, vicepresidente y ministro de
Transformación Digital, miembro del Foro Económico Mundial (aquí). El propio Zelenskyy ha admitido tener como inspiración al primer ministro de Canadá Justin Trudeau (aquí y aquí).
Las relaciones de Zelenskyy con el FMI y el FEM
Como
ha demostrado el trágico precedente de Grecia, las soberanías
nacionales y la voluntad popular expresada por los parlamentos son
borradas de facto por las decisiones de las altas finanzas
internacionales, que interfieren en las políticas gubernamentales
mediante el chantaje y la extorsión descarada de carácter económico. El
caso de Ucrania, que es uno de los países más pobres de Europa, no es
una excepción.
Poco
después de la elección de Zelenskyy, el Fondo Monetario Internacional
amenazó con no conceder a Ucrania un préstamo de 5.000 millones de
dólares si no cumplía sus exigencias. Durante una conversación
telefónica con la directora general del FMI, Kristalina Georgieva, al
presidente ucraniano fue reprendido por haber sustituido a Yakiv Smolii
por un hombre de su confianza, Kyrylo Shevchenko, que era menos proclive
a cumplir los dictados del FMI.
Anders Åslund escribe en Atlantic Council:
«Los problemas que rodean al gobierno de Zelenskyy están aumentando de
forma alarmante. En primer lugar, desde marzo de 2020, el presidente ha
llevado a cabo un retroceso no solo de las reformas llevadas a cabo bajo
su mandato, sino también de las iniciadas por su predecesor Petro
Poroshenko. En segundo lugar, su gobierno no ha presentado propuestas
plausibles para resolver las preocupaciones del FMI sobre los
compromisos incumplidos de Ucrania. En tercer lugar, el presidente
parece no contar ya con una mayoría parlamentaria gobernante, y no
parece estar interesado en formar una mayoría reformista» (aquí).
Es
evidente que las intervenciones del FMI tienen como objetivo obtener el
compromiso del gobierno ucraniano de alinearse con las políticas
económicas, fiscales y sociales dictadas por la agenda globalista,
empezando por la «independencia» del Banco Central de Ucrania del
gobierno: un eufemismo con el que el FMI pide al gobierno de Kiev que
renuncie al control legítimo sobre su Banco Central, que es una de las
formas de ejercer la soberanía nacional, junto con la emisión de dinero y
la gestión de la deuda pública.
Por otro lado, apenas cuatro meses
antes Kristalina Georgieva había lanzado el Gran Reseteo junto a Klaus
Schwab, el príncipe Carlos y el secretario general de la ONU António
Guterres.
Lo
que no había sido posible con los gobiernos anteriores se llevó a cabo
bajo la presidencia de Zelenskyy, que entró en las gracias del FEM (aquí)
junto con el nuevo gobernador del BCU, Kyrylo Shevchenko. Menos de un
año después, para demostrar su sujeción, Shevchenko escribió un artículo
para el FEM titulado Central banks are the key to countries’ climate
goals and Ukraine is showing the [Los bancos centrales son la clave
para los objetivos climáticos de los países y Ucrania está mostrando el
camino] (aquí). Así se aplica la Agenda 2030, bajo chantaje.
También
hay otras empresas ucranianas que tienen vínculos con el FEM: la Caja
de Ahorros Estatal de Ucrania (una de las mayores instituciones
financieras de Ucrania), el Grupo DTEK (un importante inversor privado
en el sector energético ucraniano) y Ukr Land Farming (líder agrícola en
cultivos). Los bancos, la energía y la alimentación son sectores que
encajan perfectamente con el Gran Reseteo y la Cuarta Revolución
Industrial teorizados por Klaus Schwab.
El
4 de febrero de 2021, el presidente ucraniano cerró siete emisoras de
televisión, entre ellas ZIK, Newsone y 112 Ucrania, todas ellas
culpables de no apoyar a su gobierno.
Como escribe Anna Del Freo:
«Una dura condena de este acto liberticida ha llegado, entre otros,
también de la Federación Europea de Periodistas y la Federación
Internacional de Periodistas, que han pedido el levantamiento inmediato
del veto. Las tres emisoras no podrán seguir emitiendo durante cinco
años: emplean a unas 1.500 personas, cuyos puestos de trabajo están
ahora en peligro. No hay ninguna razón real para el cierre de las tres
cadenas, salvo la arbitrariedad del vértice político ucraniano, que las
acusa de amenazar la seguridad de la información y de estar bajo
‘influencia rusa maligna’. También reacciona con fuerza NUJU, el
sindicato de periodistas ucranianos, que habla de un ataque muy fuerte a
la libertad de expresión, dado que se está privando a cientos de
periodistas de la posibilidad de expresarse y a cientos de miles de
ciudadanos del derecho a estar informados».
Como
vemos, de lo que se acusa a Putin fue en realidad llevado a cabo por
Zelenskyy y, más recientemente, por la Unión Europea, con la complicidad
de las plataformas de las redes sociales. El artículo de Del Freo
señala: «El cierre de emisoras de televisión es una de las formas más
extremas de restricción de la libertad de prensa», dijo el secretario
general de la FEP, Ricardo Gutiérrez. «Las naciones tienen la obligación
de garantizar un pluralismo informativo efectivo. Está claro que el
veto presidencial no se ajusta en absoluto a las normas internacionales
sobre libertad de expresión».
Sería
interesante conocer las declaraciones de la Federación Europea de
Periodistas y la Federación Internacional de Periodistas tras el apagón
de Russia Today y Sputnik en Europa.
Movimientos neonazis y extremistas en Ucrania
Un
país que pide ayuda humanitaria a la comunidad internacional para
defender a su población de la agresión rusa debería, en el imaginario
colectivo, destacar por el respeto a los principios democráticos y por
una legislación que prohíba las actividades y la difusión de propaganda
de las ideologías extremistas.
Los
movimientos neonazis que realizan acciones militares y paramilitares
operan libremente en Ucrania, a menudo con el apoyo oficial de las
instituciones públicas. Entre ellos se encuentran los siguientes: la
Organización de Nacionalistas Ucranianos (OUN) de Stepan Bandera, un
movimiento de matriz nazi, antisemita y racista ya activo en Chechenia y
que forma parte del Right Sector,
una asociación de movimientos de extrema derecha formada en el momento
del golpe de Estado de Euromaidan en 2013/2014; el Ejército Insurgente
Ucraniano (UPA); la UNA/UNSO, ala paramilitar del partido político de
extrema derecha Asamblea Nacional de Ucrania; la Hermandad Korchinsky,
que ofrecía protección en Kiev a los miembros del ISIS (aquí);
Misanthropic Vision (MD), una red neonazi extendida por 19 países que
incita públicamente al terrorismo, al extremismo y al odio contra
cristianos, musulmanes, judíos, comunistas, homosexuales,
estadounidenses y personas de color (aquí).
Hay
que recordar que el gobierno ha prestado un apoyo explícito a estas
organizaciones extremistas, tanto enviando la guardia presidencial a los
funerales de sus representantes, como apoyando al Batallón Azov, una
organización paramilitar que forma parte oficialmente del ejército
ucraniano bajo el nuevo nombre de Regimiento de Operaciones Especiales
Azov y organizado en la Guardia Nacional.
El Regimiento Azov está
financiado por el oligarca judío ucraniano Igor Kolomoisky, antiguo
gobernador de Dnepropetrovsk, que también se cree que es el financiador
de las milicias nacionalistas de Pravyi Sektor, consideradas
responsables de la masacre de Odessa. Se trata del mismo Kolomoisky
mencionado en los papeles de Pandora como
patrocinador del presidente Zelenskyy. El batallón tiene relaciones con
varias organizaciones de extrema derecha de Europa y Estados Unidos.
Amnistía
Internacional, tras una reunión celebrada el 8 de septiembre de 2014
entre el secretario general Salil Shetty y el primer ministro Arseniy
Yatsenyuk, pidió al gobierno ucraniano que pusiera fin a los abusos y
crímenes de guerra cometidos por los batallones de voluntarios que
operan junto a las Fuerzas Armadas de Kiev. El gobierno ucraniano ha
abierto una investigación oficial sobre el asunto, declarando que ningún
oficial o soldado del Batallón Azov parece estar siendo investigado.
En
marzo de 2015, el ministro del Interior ucraniano, Arsen Avakov,
anunció que el Batallón Azov sería una de las primeras unidades en ser
entrenadas por las tropas del ejército estadounidense, como parte de su
misión de entrenamiento de la Operación Guardia Intrépida.
El
entrenamiento estadounidense se interrumpió el 12 de junio de 2015,
cuando la Cámara de Representantes de Estados Unidos aprobó una enmienda
que prohibía toda ayuda (incluidas las armas y el entrenamiento) al
batallón debido a su pasado neonazi.
La enmienda fue posteriormente
revocada por presiones de la CIA (aquí y aquí) y los soldados del Batallón Azov fueron entrenados en Estados Unidos (aquí y aquí):
«Llevamos ocho años entrenando a estos chicos. Son muy buenos
combatientes. Ahí es donde el programa de la Agencia podría tener un
impacto serio».
En
2016, un informe de la OSCE [Organización para la Seguridad y la
Cooperación en Europa] concluyó que el Batallón Azov era responsable del
asesinato masivo de prisioneros, la ocultación de cadáveres en fosas
comunes y el uso sistemático de técnicas de tortura física y
psicológica. Hace tan solo unos días, el subcomandante del Batallón,
Vadim Troyan, fue nombrado Jefe de Policía de la Región Oblast por el
ministro del Interior, Arsen Avakov.
Estos
son los «héroes» que luchan junto al ejército ucraniano contra los
soldados rusos. Y estos héroes del Batallón Azov, en lugar de proteger a
sus hijos, se atreven a hacer carne de matanza, alistando a niños y
niñas (aquí y aquí), violando el Protocolo Facultativo de la Convención de la ONU sobre los Derechos del Niño (aquí), relativo a la participación de menores en conflictos armados: un instrumento jurídico ad hoc
que establece que ningún niño menor de 18 años debe ser reclutado por
la fuerza ni utilizado directamente en hostilidades, ni por las fuerzas
armadas de un Estado ni por grupos armados.
Inevitablemente,
las armas letales proporcionadas por la UE, incluida la Italia de
Draghi, con el apoyo de los partidos políticos «antifascistas», están
destinadas a ser utilizadas contra estos niños.
La guerra ucraniana en los planes del NOM
La
censura que se está imponiendo a las emisoras rusas está claramente
dirigida a impedir que la narrativa oficial sea desmentida por los
hechos. Pero mientras los medios de comunicación occidentales muestran
imágenes del videojuego War Thunder (aquí), fotogramas de la película La Guerra de las Galaxias (aquí), explosiones en China (aquí), vídeos de desfiles militares (aquí), imágenes de Afganistán (aquí), del metro de Roma (aquí) o imágenes de crematorios móviles (aquí)
haciéndolas pasar por escenas reales y recientes de la guerra en
Ucrania, la realidad se ignora porque ya se ha decidido provocar un
conflicto como arma de distracción masiva que legitime nuevas
restricciones de las libertades en las naciones occidentales, según los
planes del Gran Reseteo del Foro Económico Mundial y la Agenda 2030 de
las Naciones Unidas.
Es
evidente que el pueblo ucraniano, más allá de las cuestiones que pueda
resolver la diplomacia, es víctima del mismo golpe de estado global que
están llevando a cabo las potencias supranacionales que pretenden, no la
paz entre las naciones, sino el establecimiento de la tiranía del Nuevo
Orden Mundial. Hace apenas unos días, la parlamentaria ucraniana Kira
Rudik declaró a Fox News, mientras sostenía un kalashnikov: «Sabemos que
no solo luchamos por Ucrania, sino también por el Nuevo Orden Mundial».
Las
violaciones de los derechos humanos en Ucrania y los crímenes de las
milicias neonazis denunciados reiteradamente por Putin no pudieron
encontrar una solución política porque fueron planificados y fomentados
por la élite globalista, con la colaboración de la Unión Europea, la
OTAN y el deep state
estadounidense, con un tono antirruso destinado a hacer inevitable una
guerra cuyo objetivo es imponer, principalmente en Europa, la adopción
forzosa del racionamiento energético (aquí),[3] las restricciones a los viajes, la sustitución del papel moneda por el dinero electrónico (aquí y aquí) y la adopción del DNI digital (aquí y aquí).
No estamos hablando de proyectos teóricos. Se trata de decisiones que
están a punto de tomarse concretamente tanto a nivel europeo como en
cada país.
Respeto por la ley y las normas
La
intervención en Ucrania de la OTAN, Estados Unidos y la Unión Europea
no parece tener ninguna legitimidad. Ucrania no es miembro de la OTAN y,
como tal, no debería beneficiarse de la ayuda de una entidad cuya
finalidad es la defensa de sus países miembros. Lo mismo puede decirse
de la Unión Europea, que hace unos días invitó a Zelenskyy a unirse a
ella.
Mientras tanto, Ucrania ha recibido 2.500 millones de dólares de
Estados Unidos desde 2014 y otros 400 millones solo en 2021 (aquí), además de otros fondos por un total de 4.600 millones de dólares (aquí).
Por su parte, Putin ha dado 15.000 millones de dólares en préstamos a
Ucrania para salvarla de la quiebra. La Unión Europea, por su parte, ha
enviado 17 millones de dólares en fondos, además de la financiación
enviada por varias naciones individuales. Pero esta ayuda ha beneficiado
solo mínimamente a la población ucraniana.
Además,
al intervenir en la guerra de Ucrania en nombre de la Unión Europea, la
presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, está violando
los artículos 9, 11 y 12 del Tratado de Lisboa. La competencia de la
Unión Europea en este ámbito pertenece al Consejo Europeo y al Alto
Representante.
En ningún caso pertenece al Presidente de la Comisión.
¿En calidad de qué presume la Presidenta von der Leyen de actuar como si
fuera la jefa de la Unión Europea, usurpando un papel que no le
corresponde? ¿Por qué nadie interviene, sobre todo teniendo en cuenta el
peligro al que se exponen los ciudadanos europeos por la posibilidad de
represalias rusas?
Además,
en muchos casos las constituciones de las naciones que hoy envían apoyo
y armas a Ucrania no contemplan la posibilidad de entrar en conflicto.
Por ejemplo, el artículo 11 de la Constitución italiana establece:
«Italia repudia la guerra como instrumento de ofensa a la libertad de
otros pueblos y como medio para resolver controversias internacionales».
El envío de armas y soldados a una nación que no forma parte ni de la
OTAN ni de la Unión Europea constituye una declaración de guerra de
facto a la nación beligerante con ella (en este caso, Rusia), por lo que
debería requerir la deliberación previa de la declaración de guerra,
tal y como prevé el artículo 78 de la Constitución italiana: «Las
Cámaras [del Parlamento] deliberan sobre el estado de guerra y confieren
los poderes necesarios al gobierno». No parece que hasta la fecha las
Cámaras hayan sido llamadas a expresarse en este sentido, ni que el
presidente de la República haya intervenido para exigir el cumplimiento
de la disposición constitucional.
El primer ministro Draghi, nombrado
por la cábala globalista para la destrucción de Italia y su
esclavización definitiva a los poderes supranacionales, es uno de los
muchos jefes de gobierno nacionales que considera la voluntad de los
ciudadanos como un molesto obstáculo para la ejecución de la agenda del
Foro Económico Mundial.
Después de dos años de violaciones sistemáticas
de los derechos fundamentales y de la Constitución, es difícil creer que
quiera anteponer los intereses de la nación italiana a los de quienes
le han colocado en el poder. Al contrario: cuanto más desastrosos sean
los efectos de las sanciones adoptadas por su gobierno, más podrá
considerarse apreciado por quienes le han dado el poder. El golpe
perpetrado mediante la emergencia psicopandémica prosigue hoy con nuevas
decisiones desafortunadas, ratificadas por un Parlamento carente de
espina dorsal.
También
es una violación del artículo 288 del Código Penal italiano permitir a
los ciudadanos italianos -e incluso a los miembros de la mayoría del
Gobierno y a los dirigentes políticos- responder al llamamiento del
embajador ucraniano para alistarse en la legión extranjera: «Quien en el
territorio de [Italia] aliste o arme a ciudadanos para servir [en el
ejército] a favor de una nación extranjera, será castigado con prisión
de 4 a 15 años». Ningún magistrado, al menos por el momento, ha
intervenido para castigar a los responsables de este delito.
Otra
violación se encuentra en la actividad de traslado de niños de Ucrania a
Italia (y presumiblemente también a otras naciones) que han sido
obtenidos a través de la maternidad subrogada, ordenada por parejas
italianas en violación de la Ley 40/2004, sin que se imponga ninguna
pena a los culpables de este delito, así como a sus cómplices.
También
hay que recordar que las declaraciones de miembros del Gobierno o de
dirigentes políticos con respecto a la Federación Rusa y a su
Presidente, junto con las sanciones que se han adoptado contra Rusia y
los reiterados casos de discriminación arbitraria contra ciudadanos,
empresas, artistas y equipos deportivos por el mero hecho de ser rusos,
no solo son provocaciones que deberían evitarse para permitir una
solución serena y pacífica de la crisis de Ucrania, sino que también
ponen en muy grave peligro la seguridad de los ciudadanos italianos (así
como la de los ciudadanos de otras naciones que están adoptando una
postura similar hacia Rusia).
La razón de semejante temeridad es
incomprensible, a no ser que haya un deseo intencionado de provocar
reacciones de la parte contraria.
El conflicto ruso-ucraniano es una trampa muy peligrosa que se ha tendido contra Ucrania, Rusia y las naciones de Europa.
Ucrania es la última víctima de verdugos consumados
La
crisis ruso-ucraniana no estalló de repente hace un mes. Ha sido
preparada y fomentada durante mucho tiempo, comenzando ciertamente con
el golpe blando de 2014 que fue deseado por el deep state
estadounidense en clave antirrusa. Así lo demuestra, entre otros hechos
incontestables, el entrenamiento del Batallón Azov por parte de la CIA
«para matar rusos» (aquí),
con la CIA forzando la revocación de la enmienda que prohibía la ayuda
al batallón realizada por el Congreso en 2015.
Las intervenciones
realizadas por Joe y Hunter Biden han ido en la misma dirección. Por lo
tanto, hay pruebas de una premeditación a largo plazo, coherente con la
implacable expansión de la OTAN hacia el Este. La Revolución de Colores
de Euromaidan, así como el establecimiento de un gobierno pro-OTAN
compuesto por homines novi
entrenados por el Foro Económico Mundial y George Soros, tenían como
objetivo crear las condiciones para la subordinación de Ucrania al
bloque de la OTAN, alejándola de la influencia de la Federación Rusa.
Para ello, la acción subversiva de las ONG del filántropo húngaro,
apoyada por la propaganda mediática, ha mantenido en silencio los
crímenes de las organizaciones paramilitares neonazis, financiadas por
los mismos que patrocinan a Zelenskyy.
Pero
si el lavado de cerebro llevado a cabo por los grandes medios de
comunicación en las naciones occidentales ha logrado transmitir una
narrativa completamente distorsionada de la realidad, no puede decirse
lo mismo de Ucrania, donde la población es muy consciente de la
corrupción de la clase política en el poder, así como de su lejanía de
los problemas reales de la nación ucraniana.
En Occidente creemos que
los «oligarcas» solo están en Rusia, mientras que la realidad es que
están presentes sobre todo en toda la galaxia de naciones que antes
componían la Unión Soviética, donde pueden acumular riqueza y poder
simplemente poniéndose a disposición de los «filántropos» extranjeros y
las empresas multinacionales.
Poco importa que sus cuentas en paraísos
fiscales sean la causa principal de la pobreza de los ciudadanos de esas
naciones, del atraso del sistema sanitario, del excesivo poder de la
burocracia, de la ausencia casi total de servicios públicos, del control
extranjero de empresas estratégicas y de la progresiva pérdida de
soberanía e identidad nacional: lo importante es «hacer dinero» y ser
inmortalizado junto a los personajes políticos, los banqueros, los
traficantes de armas y los que matan de hambre al pueblo.
Y luego venir a
los centros turísticos de moda de Versilia o de la Costa de Amalfi para
presumir de sus yates y tarjetas de platino ante el camarero de Odessa o
la señora de la limpieza de Kiev, que envían su mísero salario a sus
familiares en su país.
Estos multimillonarios ucranianos con kipás son
los que están vendiendo Ucrania al corrupto y corruptor Occidente,
cambiando su propio bienestar por la esclavización de sus compatriotas a
los usureros que se están apoderando del mundo, utilizando los mismos
sistemas despiadados e inmorales en todas partes.
En el pasado
recortaron los salarios de los trabajadores de Atenas y Salónica; hoy
simplemente han ampliado sus horizontes a toda Europa, donde la
población sigue mirando incrédula mientras se impone primero una
dictadura sanitaria y luego una dictadura medioambiental.
Por
otra parte, sin el pretexto de una guerra, ¿cómo podrían justificar la
subida del precio del gas y de los carburantes, forzando el proceso de
transición «ecológica» impuesto desde arriba para controlar a las masas
empobrecidas? ¿Cómo podrían hacer tragar a los pueblos del mundo
occidental la instauración de la tiranía del Nuevo Orden Mundial, cuando
la farsa de la pandemia se desvelaba y sacaba a la luz los crímenes
contra la humanidad cometidos por las grandes farmacéuticas?
Y
mientras la UE y los jefes de gobierno culpan a Rusia de la inminente
catástrofe, las élites occidentales demuestran que incluso quieren
destruir la agricultura, para aplicar los horrores del Holodomor a
escala mundial (aquí).
Por otra parte, en muchas naciones (entre ellas Italia) se está
teorizando la privatización de las vías fluviales -y el agua es un bien
público inalienable- en beneficio de las multinacionales y con el
objetivo de controlar y limitar las actividades agrícolas.
El gobierno
pro-OTAN de Kiev no se comportó de manera muy diferente: durante ocho
años se privó a Crimea del agua del río Dniéper para impedir el riego de
los campos y matar de hambre a la población. Hoy en día, a la luz de
las sanciones impuestas a Rusia y de la enorme reducción del suministro
de cereales, podemos entender las enormes inversiones de Bill Gates en
agricultura (aquí), siguiendo la misma lógica despiadada de obtención de beneficios ya experimentada con la campaña de vacunas.
El
pueblo ucraniano, independientemente del grupo étnico al que
pertenezca, no es más que el último rehén involuntario del régimen
totalitario supranacional que puso de rodillas a las economías
nacionales de todo el mundo mediante el engaño del COVID, después de
teorizar públicamente sobre la necesidad de diezmar a la población
mundial y transformar a los supervivientes en enfermos crónicos que han
comprometido irremediablemente su sistema inmunológico.
El
pueblo ucraniano debería pensarse mucho el pedir la intervención de la
OTAN o de la UE, siempre que sea realmente el pueblo ucraniano quien lo
haga y no sus corruptos gobernantes ayudados por mercenarios racistas y
grupos neonazis a sueldo de los jerarcas. Porque mientras se les promete
la libertad frente al invasor -con el que comparten la herencia
religiosa y cultural común de haber sido en su día parte de la Gran
Rusia-, en realidad lo que se está preparando cínicamente es su
anulación definitiva, su esclavización al Gran Reseteo que prevé todo
menos la protección de su identidad, su soberanía y sus fronteras.
Que
el pueblo ucraniano mire lo que les ha pasado a las naciones de la
Unión Europea: el espejismo de la prosperidad y la seguridad se derrumba
con la contemplación de los escombros dejados por el euro y los lobbies
de Bruselas. Naciones invadidas por inmigrantes ilegales que alimentan
la delincuencia y la prostitución, destruidas en su tejido social por
ideologías políticamente correctas, llevadas a sabiendas a la bancarrota
por políticas económicas y fiscales imprudentes, conducidas a la
pobreza por la anulación de las protecciones laborales y de seguridad
social, privadas de futuro por la destrucción de la familia y la
corrupción moral e intelectual de las nuevas generaciones.
Lo
que antes eran naciones prósperas e independientes, diversas en sus
respectivas especificidades étnicas, lingüísticas, culturales y
religiosas, se han transformado ahora en una masa informe de personas
sin ideales, sin esperanzas, sin fe, sin siquiera la fuerza para
reaccionar contra los abusos y crímenes de quienes las gobiernan. Una
masa de clientes corporativos, esclavos del sistema de control detallado
impuesto por la farsa pandémica, incluso ante la evidencia de fraude.
Una masa de personas sin identidad individual, marcadas con códigos QR
como animales en una granja intensiva, como productos de un enorme
centro comercial. Si este ha sido el resultado de la renuncia a la
soberanía nacional de todas las naciones -¡todas, sin excepción! – que
se han confiado a la colosal estafa de la Unión Europea, ¿por qué iba a
ser Ucrania diferente?
¿Es
esto lo que querían vuestros padres, lo que esperaban, lo que deseaban,
cuando recibieron el bautismo junto a Vladimir el Grande a orillas del
Dniéper?
Si
hay un aspecto positivo que cada uno de nosotros puede reconocer en
esta crisis, es que ha revelado el horror de la tiranía globalista, su
despiadado cinismo, su capacidad para destruir y aniquilar todo lo que
toca. No son los ucranianos los que deberían entrar en la Unión Europea o
en la OTAN; son más bien las otras naciones las que deberían finalmente
ser sacudidas por el orgullo y el coraje para salir de ellas,
sacudiendo este detestable yugo y redescubriendo su propia
independencia, soberanía, identidad y fe. Sus propias almas.
Para
ser claros: el Nuevo Orden Mundial no es un destino ineludible, y puede
ser subvertido y denunciado si tan solo los pueblos del mundo se dan
cuenta de que han sido engañados y estafados por una oligarquía de
criminales claramente identificables, que algún día tendrán que
responder por esas sanciones y esos bloques de fondos que hoy aplican
impunemente a cualquiera que no doble la rodilla ante ellos.
Un llamamiento a la Tercera Roma
También para Rusia este conflicto es una trampa. Porque cumpliría el sueño del deep state estadounidense
de expulsar definitivamente a Rusia del contexto europeo en sus
relaciones comerciales y culturales, empujándola a los brazos de China,
quizá con la esperanza de que la dictadura de Pekín pueda persuadir a
los rusos de que acepten el sistema de crédito social y otros aspectos
del Gran Reseteo que hasta ahora Rusia ha podido evitar, al menos en
parte.
Es
una trampa, no porque Rusia se equivoque al querer «desnazificar» a
Ucrania de sus grupos extremistas y garantizar la protección a los
ucranianos de habla rusa, sino porque son precisamente esas razones –teóricamente
sostenibles- las que fueron creadas específicamente para provocarla e
inducirla a invadir Ucrania, de tal manera que provoque la reacción de
la OTAN que ha sido preparada desde hace tiempo por el deep state y la élite globalista.
El casus belli fue deliberadamente planeado por los verdaderos autores del conflicto, sabiendo que obtendría exactamente esa
respuesta de Putin. Y depende de Putin, independientemente de que tenga
razón, no caer en la trampa y, en cambio, darle la vuelta a la
tortilla, ofreciendo a Ucrania las condiciones de una paz honorable sin
continuar el conflicto.
De hecho, cuanto más crea Putin que tiene razón,
más debe demostrar la grandeza de su nación y su amor por su pueblo no
cediendo a las provocaciones.
Permítanme repetir las palabras del profeta Isaías: Dissolve
colligationes impietatis, solve fasciculos deprimentes, dimitte eos qui
confracti sunt liberos, et omne onus dirumpe; frange esurienti panem
tuum, et egenos vagosque induc in domum tuam; cum videris nudum, operi
eum, et carnem tuam ne despexeris. Tunc erumpet quasi mane lumen tuum;
et sanitas tua citius orietur, et anteibit faciem tuam justitia tua, et
gloria Domini colliget te.
Soltar
las cadenas injustas, desatar las correas del yugo, liberar a los
oprimidos, quebrar todos los yugos, partir tu pan con el hambriento,
hospedar a los pobres sin techo, cubrir a quien ves desnudo y no
desentenderte de los tuyos. Entonces surgirá tu luz como la aurora,
enseguida se curarán tus heridas, ante ti marchará la justicia, detrás
de ti la gloria del Señor (Is 58,6-8).
La
crisis mundial con la que se prepara la disolución de la sociedad
tradicional ha implicado también a la Iglesia católica, cuya jerarquía
es rehén de los apóstatas cortesanos del poder [4]. Hubo un tiempo en el
que papas y prelados se enfrentaban a los reyes sin preocuparse por el
respeto humano, porque sabían que hablaban con la voz de Jesucristo, el
Rey de reyes. La Roma de los césares y de los papas está ahora desierta y
silenciosa, como lo ha estado durante siglos la Segunda Roma de
Constantinopla.
Tal vez la Providencia haya ordenado que Moscú, la
Tercera Roma, asuma hoy a la vista del mundo el papel de κατέχον (2 Tes
2,6-7), de obstáculo escatológico al Anticristo. Si los errores del
comunismo fueron difundidos por la Unión Soviética, hasta el punto de
imponerse en el seno de la Iglesia, Rusia y Ucrania pueden tener hoy un
papel extraordinario en la restauración de la civilización cristiana,
contribuyendo a traer al mundo un período de paz del que también la
Iglesia resurgirá purificada y renovada en sus ministros.
Los
Estados Unidos de América y las naciones europeas no deberían marginar a
Rusia, sino formar una alianza con ella, no solo para el
restablecimiento del comercio para la prosperidad de todos, sino con
vistas a la reconstrucción de una civilización cristiana, que es la
única que puede salvar al mundo del monstruo transhumano globalista.
Consideraciones finales
Es
muy preocupante que los destinos de los pueblos del mundo estén en
manos de una élite que no rinde cuentas a nadie de sus decisiones, que
no reconoce ninguna autoridad por encima de sí misma y que para
perseguir sus propios intereses no duda en poner en peligro la
seguridad, la economía y la propia vida de miles de millones de
personas, con la complicidad de los políticos a su servicio y de los
grandes medios de comunicación.
La falsificación de los hechos, las
grotescas adulteraciones de la realidad y el partidismo con el que se
difunden las noticias conviven con la censura de las voces discrepantes y
dan lugar a formas de persecución étnica contra los ciudadanos rusos,
que son discriminados precisamente en los países que se dicen
democráticos y respetuosos con los derechos fundamentales.
Espero
sinceramente que mi llamamiento a la creación de una Alianza
Antiglobalista que una a los pueblos del mundo en oposición contra la
tiranía del Nuevo Orden Mundial sea aceptado por quienes tienen en su
corazón el bien común, la paz entre las naciones, la concordia entre
todos los pueblos, la libertad de todos los ciudadanos y el futuro de
las nuevas generaciones.
Y aún antes, que mis palabras -junto con las de
muchas personas intelectualmente honestas- contribuyan a sacar a la luz
la complicidad y la corrupción de quienes utilizan la mentira y el
fraude para justificar sus crímenes, incluso en estos momentos de gran
aprensión por la guerra en Ucrania.
Que
los fuertes nos escuchen, para no volverse débiles en la injusticia.
Que los poderosos nos escuchen, si quieren que su poder no sea
destrucción, sino apoyo a los pueblos y protección para la tranquilidad
en el orden y el trabajo (Pío XII, Mensaje radiofónico a los Jefes de
Estado y de los Pueblos del Mundo en Peligro Inminente de Guerra, 24 de
agosto de 1939).
Que
la Santa Cuaresma lleve a todos los cristianos a pedir perdón a la
Divina Majestad por los pecados de quienes pisotean su Santa Ley. Que la
penitencia y el ayuno muevan al Señor Dios a la misericordia, mientras
repetimos las palabras del profeta Joel: Parce, Domine: parce populo tuo; et ne des hæreditatem tuam in opprobrium, ut dominentur eis nationes. Ten compasión de tu pueblo, Señor; no entregues tu heredad al oprobio ni a las burlas de los pueblos (Jl 2,17).
+ Carlo Maria Viganò, arzobispo, exnuncio apostólico en los Estados Unidos de América
6 de marzo de 2022
Primer domingo de Cuaresma
[1]
En 2011, Kolomoisky fue uno de los cofundadores del Parlamento Europeo
Judío, junto con el multimillonario Vadim Rabinovich. Cf.
https://ejp.eu/. Nótese que Rabinovich es miembro de la Plataforma de
Oposición – Por la Vida, el partido político prorruso ucraniano cuyo
líder Viktor Medvedcuk fue detenido por Zelenskyy.
[2]
Según el político ruso Viktor Vladislavovich Zubarev, miembro de la
Duma Estatal, Zelenskyy también tendría depositados 1.200 millones de
dólares en el Dresdner Bank de Costa Rica y una villa en Miami comprada
por 34 millones de dólares (aquí).
Para un panorama más completo, véase la investigación de Slidstvo-info,
una agencia ucraniana independiente de periodismo de investigación (aquí).
[3]
Cabe señalar que el ministro italiano de Transición Ecológica, Roberto
Cingolani, decidió hace unos días vender una parte de las reservas de
petróleo a Ucrania «como una ayuda concreta también en el frente
energético», exactamente igual que durante la pandemia regaló millones
de máscaras a China, para volver a comprarlas a Pekín poco después (aquí).