Ibiza y Formentera no necesitan más ladrillos. Imagino que esto es una
evidencia difícil de discutir, se mire como se mire y desde donde se
mire. No cabe ni un ladrillo más.
Esto no obstante, es
impresionante la cascada de obras y de permisos de licencia (algunos ni
la piden, levantan el mazacote ante los ojos de ediles y de la
alcaldesa) que tienen el ánimo sobrecogido a las personas con
sensibilidad urbanística, que son mayoría.
Ibiza ya es un antro de
especulación. No se necesitan más discotecas, ni más bares, ni más
urbanizaciones, ni más centros comerciales ni más vehículos. Con los que
hay actualmente sobran para cubrir las expectativas y la carga de
población de la isla.
Ibiza tiene unas 3.000 viviendas de vacaciones durante el verano, según se expone en el Club Diario.
No me lo creo, pueden duplicar esta cifra tranquilamente y si erran será por lo bajo.
Es
más, no son pocos los residentes extranjeros que han quedado con una
paga de jubilación desfasada para los precios de las islas y han
adoptado una práctica parecida a la de las aves migratorias: en invierno
disfrutan del clima bonancible y del sol mediterráneo en su casita (300
días al año asegurados en las Pitiusas), pero en mayo o junio ya tienen
su casa –en general bien equipadas y alta categoría– puesta en alquiler
en alguna agencia de Suiza, Holanda, Francia, Italia, Gran Bretaña o
Alemania.
Los alquileres de los tres meses de verano son
asombrosamente altos. Hablamos de dinero sustancioso. Leo que incluso
esta circunstancia ha dado pie a no pocos timos en Internet. Piensan
muchos, y con alguna razón, que en Ibiza existe una total impunidad.
Ibiza
es un caramelito, un punto donde la especulación tiene las fronteras
abiertas, apenas hay controles de Hacienda para estas maquinaciones y
donde los grupos de presión locales tienen buena mano con los políticos
bizcochables.
No sería ninguna tontería que los juzgados locales
trabajaran más estos aspectos, pero tampoco confío en ello, desbordados
entre otras cosas para juzgar broncas, puñaladas o tiros, de los
hooligans que nunca cesan y que nos dan el verano a los policías, al
personal sanitario, y el invierno a los instructores y juzgadores de
esta montaña de problemas excretada por los clubbers y los
narcoturistas.
Los promotores ibicencos, que van de salvadores de
la patria, debieran dar ejemplo y contener sus ya infinita codicia.
Lejos de esto, presentan enormes proyectos colosales y ya exigen
abiertamente una ley ad hoc, sabiendo que Ibiza está más desprotegida
que el Amazonas.
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