Se abre una semana interesante con la
nueva ronda de consultas que nadie sabe cómo irá porque la posición de
perro del hortelano adoptada por Rajoy, abre todas las incertidumbres.
Ya dijo en memorable ocasión el de los sobresueldos que no tomar una
decisión era una decisión. Esa actitud tan marrullera deja en mal lugar
al Rey, sobre todo porque evidencia que, en realidad, no sirve para
nada. Por primera vez se cuestiona -y ya era hora- su intervención en el
nombramiento del gobierno. Se trata de un formalismo tipo reliquia, de
cuando los gobiernos debían contar con la doble confianza. Hoy,
que basta con la del Parlamento, la intervención del monarca es inútil,
como bien se ve. Siendo el Parlamento un órgano autónomo y sede de la
soberanía, esta tarea habría de corresponderle en exclusiva a través de
su presidente, que para eso está.
Rajoy
ha conseguido cubrirse de ridículo una vez más. A él no le importa, ya
se sabe; pero los suyos van a acabar sublevándosele y ya es raro que los
neonacionales se subleven. Si, llamado a consultas, Rajoy acepta
encargarse, le darán un buen revolcón en el Congreso y los plazos para
investidura/nuevas elecciones empezarán a contar. Si no lo acepta
quedará ya definitivamente fuera de juego y dispondrá de más tiempo para
preparar su defensa procesal, que le hará falta y leer el Marca, única
actividad intelectual que se le conoce.
Aquí
entra Sánchez. La ocasión la pintan calva y esta es la del secretario
general del PSOE que ha tenido el acierto, a mi juicio, de declararse
dispuesto a intentarlo y de hacerlo con un programa detallado para
conseguir una base amplia de apoyo parlamentario. Los requeridos
aliados, según parece, serán C's, Podemos, IU, PNV, CC. El orden no es
inocente. Sumar a una alianza a C's y Podemos parece una quimera y quizá
lo sea, pero es una buena jugada para cortar las alas a Podemos por
cuanto, si los morados ponen dificultades en una situación que ellos
mismos consideran de urgencia y no se forma gobierno, aparecerán como
responsables de las nuevas elecciones, lo que no es un acierto. La
oferta del PSOE, el de la centralidad política, mete a Podemos en el totum revolutum
de un pacto a varias bandas en el que el único protagonismo es el de
Sánchez en lamentable detrimento del narcisismo de Iglesias.
Si,
en una iluminación repentina de todos los intervinientes, fuera posible
un gobierno de PSOE, C's, Podemos, IU, cuando menos, sería un exitazo
de solidez porque pasaría de 200 diputados y podría hacer lo que
quisiera. Pero esa combinación es muy poco probable. No lo es tanto, sin
embargo, un gobierno de PSOE, Podemos e IU con apoyo del PNV y la
abstención de C's. Si esa abstención se diera, aunque los partidos
independentistas votaran en contra, no podrían hacer nada y, sabedores
de que no iban a conseguir nada, seguramente no votarían en contra para
evitar la imagen muy destructiva de aparecer del brazo con el PP.
La abstención de C's tendrá un precio y, si Podemos quiere estar en el gobierno -no, según sueña, como quien emite el Diktat,
sino más bien como socio menor- tendrá que transigir. Y tampoco le será
fácil. Tanto el PSOE como C's son dos partidos unionistas a
machamartillo, refractarios de plano a toda idea de referéndum. Pero si
Podemos se sienta en un consejo de ministros alérgico al referéndum, es
muy posible que pierda los diputados catalanes y quizá los gallegos y
su posición sea más problemática. El gobierno seguirá estando seguro,
pero algo más débil y pendiente de esa abstención de C's que inspira
tanta confianza como un proyecto de paz perpetua firmado por un
cocodrilo.
Así,
pues, la disposición de Sánchez de formar gobierno de amplia base,
dejando fuera al partido de la corrupción es un acierto. Arriesgado,
peligroso, pero un acierto. Si, al final no le sale, podrá ir a las
elecciones nuevas argumentando que no ha sido él quien las ha provocado.
¿Y el error?
El
error, a juicio de Palinuro, consiste en empecinarse en ese cerrado
nacionalismo español que lleva a Sánchez a rechazar hasta la idea de un
diálogo con los independentistas catalanes. Desde el punto de vista
táctico, a corto plazo, efectivamente, es lo mejor para salir de La
Zarzuela con el encargo de formar gobierno. Pero a medio y largo plazo,
en sentido estratégico, esa decisión es un error. El independentismo
catalán no va a desaparecer por el hecho de que los nacionalistas
españoles, empezando por este Borbón, que ya está metiendo la pata, lo
ignoren y no quieran reconocerlo. Cuanto antes se restablezcan los
puentes y se reabra el diálogo, mejor para todos.
Los
socialistas están aterrorizados con la idea de que el PP enarbole en
solitario la bandera de la unidad de España y los deje en la oscura luz
de un partido vendepatrias. Tengo para mí que es una actitud
obcecada, poco inteligente y que ignora el grado de tolerancia real de
la opinión española hacia el referéndum. Los de Podemos lo incorporaron
-verdad que a regañadientes, pero lo hicieron- a su programa y no les
fue tan mal en las elecciones del 20D. Tampoco tan bien como ellos
fabulan con sus trolas sobre los 69 diputados y los cinco millones de
votos, a las que siguen aferrados, pero esto no se debe al referéndum en
sí sino a la petulancia de los dirigentes.
Si
el PSOE apunta su disposición a explorar fórmulas que abran el camino a
la consulta catalana quizá se lleve una sorpresa en cuanto al grado de
apoyo que tendría en España. Al fin y al cabo, su obligación como
partido progresista es explorar fórmulas nuevas.
Por
otro lado, si analiza la cuestión con desapasionamiento y no con el
espíritu de la cabra de la legión, verá que, tarde o temprano, ese
referéndum se realizará porque lo impondrá la UE.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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