Acabamos de escuchar al doctor Sánchez señalando con gran desparpajo a Putin como único responsable del alza de los precios de la energía y, en general, de la inflación que padecemos desde hace muchos meses. Parece que, durante los próximos años, Putin se convertirá en el responsable cósmico de todas las calamidades que nos afligen, tal como lo ha sido Franco durante varias décadas.
Así, un demagogo como el doctor Sánchez, que ha amparado los más brutales abusos tarifarios eléctricos, que ha permitido la voladura de centrales de producción de energía ya existentes y rechazado la construcción de otras proyectadas, siempre al servicio del lobby climático, puede tranquilamente repercutir las culpas contra un Putin convertido en una suerte de demonio omnímodo, cuyas maldades poseen fuerza retroactiva.
Además, Sánchez ha tenido el cuajo de lanzar esta atribución de responsabilidad a la vez que destina 20.319 millones de euros a «impulsar políticas feministas de forma transversal»; es decir, a la vez que obliga a todos los españoles a aflojar una cantidad media de 450 euros para engordar parásitos y parásitas que se hacen de oro urdiendo los más delirantes arbitrios con perspectiva de género.
Hasta ayer mismo nos pedían que nos resignásemos a ser pobres, para salvar al planeta del cambio climático; desde hoy podrán pedírnoslo también para fastidiar a Putin. Mucho más sobrecogedor que el desparpajo con que un demagogo como el doctor Sánchez descarga responsabilidades resulta que exista una borregada dispuesta a creer tan burdas patrañas.
Si los demagogos profieren sin rubor tales patrañas es porque saben que existe una porción nada desdeñable de la población española que se las tragará religiosamente y sin rechistar, como durante los dos últimos años se ha tragado las subidas abusivas del recibo de la luz.
Saben, desde luego, que la demogresca fomentada por los negociados de izquierdas y derechas ha generado masas ingentes de personas fanatizadas, atiborradas de consignas ideológicas, dispuestas a que las despojen, con tal de que el despojo lo perpetren los ‘suyos’. Y a este fanatismo propiciado por la demogresca se suma otro factor todavía más sobrecogedor.
A nadie se le escapa que la plaga del coronavirus ha servido para probar un experimento de psicología de masas a gran escala que, a través de los instrumentos de la biopolítica, ha logrado un control social absoluto. Y, entre tales instrumentos de la biopolítica, ninguno tan eficaz como la agitación del miedo, que anega nuestro cerebro reptiliano y ofusca el discernimiento.
Así, aprovechándose de los desarreglos que el miedo introduce en nuestro raciocinio, se pueden implantar los más delirantes pensamientos inducidos en personas reducidas a gurruños de carne temblona y crédula. Si lograron que aceptásemos que el coronavirus procedía de una sopa de pangolín o murciélago gigante, ¿por qué no vamos a aceptar que Putin es el causante de todas nuestras calamidades?
(*) Escritor
https://www.abc.es/opinion/abci-juan-manuel-prada-agitacion-miedo-202203120002_noticia_amp.html
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