No hay duda de que Elon Musk ha sido un globalista irrestricto, metido en experimentos para colocar un chip nosotros, los humanos, después de haber completado los ensayos con monos, convertidos en sumisos esclavos, y va a empezar con seres humanos. Es un peligroso demente distópico. Tesla surge con el coche eléctrico directamente ligada al timo climático y su otra empresa espacial entraba dentro de la distopía de los multimillonarios viviendo en Marte, y dirigiendo el mundo, y viviendo de vacaciones a la Tierra.
No es ningún verso suelto sino uno más de la banda. Ilustrativo e imprescindible el vídeo del periodista Nicolás Morás. Sin embargo, ha dado un golpe en la mesa o una patada en el avíspero donde más le duele a los globalistas, en Twitter, tras cuestionar a la red social como enemiga o no respetuosa de la libertad de expresión. Primero ha sido la compra de más del 9% de las acciones y luego una oferta por toda la compañía, por el 100%, a la que se opone un príncipe saudí, enemigo de la libertad de expresión, y luego toda la tecnoestructura, de los ejecutivos.
Si hay algo esencial para los globalistas son las redes sociales, pues Sillicon Valey es la piedra del toque sobre el que pivota todo el esquema de control tecnológico y de transhumanismo, y lo primero para quitar la libertad es eliminar la libertad de expresión, en lo que twitter ha hecho méritos y ha sido espolón de proa, con los casos paradigmáticos de suspender la cuenta de Donald Trump, con ocho millones de seguidores, o la de The New York Post para silenciar su investigación sobre el ordenador de Hunter Biden, lleno de pornografía infantil y de datos probatorios de su corrupción irrestricta, que salpica a su padre, sobón y demente Joe Biden. y también de decenas de miles de libertarianos.
En España, especial gravedad ha tenido las suspensiones de las cuentas de Miguel Bosé y Fernando López-Mirones, que con su popular y exitoso aullido ha tenido que emigrar a Telegram.
En mi caso, he sido objeto de la saña políticamente correcta del pajarito con dos censuras de una semana cada una de inactividad, por defender la verdad, y con la falsaria desinformación sanitaria, y amenaza de suspensión, y varias restricciones a tuits concretos. Además, de ser objeto Rambla Libre del ejercicio de la cancelación, una tremenda muerte civil, de la pérdida de la publicidad de Google Adsense, cuasi monopolio en internet, por no atenernos a las tres pútridas normas de 1:- cuestionar el fraude electoral de Biden, 2.- poner en claro el genocidio con las timo vacunas; 3.- cachondearnos del timo climático.
Elon Musk planteó una encuesta, inmediatamente antes de sus audaces movimientos de compra de acciones, en la que preguntaba si consideraban que Twitter respetaba la libertad de expresión, fundamental para el buen funcionamiento de una democracia, y entre los dos millones de usuarios que participaron el 70% votó que no. Twitter, obviamente, no respeta ni de lejos la libertad de expresión.
Por de pronto, Elon Musk ha deslegitimado a Twitter, y a sus ejecutivos, como metidos en la conspiración globalista, fracasada, para esclavizar al mundo con un añejo barniz izquierdista.
Andrew Torba, el CEO de Gab, una red social que sí defiende la libertad de expresión, indica que “como escribí la semana pasada, cualquier cosa que tenga el objetivo explícito de traer más libertad de expresión a Internet para más personas es algo bueno. Twitter tiene problemas heredados que Gab no tiene. Dependen totalmente de la infraestructura de terceros. No somos. Nosotros “construimos nuestro propio”, todo. Alojamiento, servicios de correo electrónico, herramientas de análisis, comercio electrónico, procesamiento de pagos, todo. Lo construimos todo.
También debe considerar que llevar la libertad de expresión a Twitter no es tan simple como comprarla. Apple y Google no permiten la libertad de expresión, por lo que si detienes la censura, expulsarán a Twitter de ambas tiendas de aplicaciones. Ya resolvimos ese problema y lo superamos”.
Y concluye que “lo que nos falta en este momento es un ISP. Me temo que el próximo gran salto de la censura está en el nivel del ISP, con el bloqueo del acceso del ISP a Gab.com. Resuelve ese problema con Starlink. Juntos podemos construir una infraestructura para una Internet con libertad de expresión. Estoy dispuesto a ofrecerle un puesto en la junta junto con acciones en la empresa a cambio de que venda su posición en Twitter e invierta 2.000 millones de dólares en Gab. Mi oferta es mi mejor y última oferta”.
Hasta aquí, los hechos, ahora toca hacer la interpretación del cambio estrepitoso de bando de Elon Musk. En primer lugar, hay que considerar el completo fracaso de la timo vacunación a manos de la resistencia bizarra, con el momento estelar de la rebelión de los camioneros canadienses con la toma de Ottawa y la total deslegitimación del payaso totalitario de Justin Trudeau, la retirada de los planes de la timo vacunación obligatoria en toda la Unión Europea, en Austria, donde se quería experimentar ese engendro monstruoso.
Y luego la sobreactuación del sobón y demente Joe Biden y toda la patulea ponzoñosa de la Unión Europea, con Ursula von der Leyen, y toda la clase política, en la guerra Rusia-Ucrania, tremendo golpe al globalismo que ha trastocado todos sus planes y ha ocultando la campaña por el timo climático y la degeneración vegana que tenían preparada, y que un directivo de CNN, con cámara oculta, se pavoneó ante el proyecto Veritas.
Y lo que es más grave: las muertes de bebés en gestantes y de niños inoculados con el brebaje letal como los infectados con una hepatitis rara que tiene su origen inequívoco en el pinchazo.
Elon Musk percibe un cambio radical en el ambiente, un mar de fondo que va a dar lugar a jornadas de antorchas y horcas, como dice Michael Yeadon, que se preanuncia en los miles de manifestantes pidiendo, en Vancouver, que se arreste de inmediato a Bill Gates por crímenes contra la Humanidad y el pobre payaso de Microsoft, dominante en las farmacéuticas, balbuceando con el argumentario psicópata que aquí ha bramado Losantos con las timo vacunas como “milagro del capitalismo”.
Súmense las revelaciones de los 1.538 efectos adversos aterradores de la inyección letal de la Pfizer, la “buena” de los medios de Black Rock, entregados por orden judicial por la FDA, las revelaciones de que Moderna patentó el coronavirus antes de que existiera públicamente o los estudios que demuestran que la proteína Spike tiene muchas similitudes no con los murciélagos sino con el veneno de la cobra real, y todo esto hace altamente verosímil el que existan planes de Pfizer para asesinar al autor de ese descubrimiento, el Dr Bryan Arlis y al Dr Vladimir Zelenko, después de que Albert Bourla, el capo de la mayor organización criminal de la historia, haya diabolizado a quienes cuestionan el brebaje asesino y haya pedido su cancelación, su silenciamiento total.
Está próximo el día que haber asistido a la escuela de Klaus Schwab sea considerado un asqueroso desdoro. Ya están tocados, además de Justin Trudeau, Mark Rute, el borracho Boris Johnson y Scott Morrison.
Con este panorama, de abierta contraofensiva, Elon Musk ha decidido poner pies en polvorosa y surgir en el otro campo, por aquello de cuando veas las barbas de tu vecino pelar, pon la tuyas a remojar. En mi interpretación, es uno de sus saltos oportunos que dan los más inteligentes, y, por ejemplo, Bill Gates y Klaus Schwab no lo son o están demasiado implicados, y les huele la cabeza a pólvora, como el patente pardillo de Mark Zuckerberg, cuyo proyecto Meta hace aguas por los cuatro costados.
O eso o que Elon Musk quiere ser querido, y no comúnmente odiado como Bill Gates. Lo cual es la otra cara de la misma moneda. Elon Musk huele la derrota del globalismo y no le ha importado perder unos miles de millones en Twitter con tal de salvarse de la quema y del odio.
(*) Periodista
http://ramblalibre.com/2022/04/17/carta-del-editor-interpretando-a-elon-musk/
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