Los pitiusos estamos pendientes de las reservas. Las reservas positivas podrían ser las de los rusos, el frente oriental, que ha alcanzado una aureola mítica de clientes bien surtidos y gastadores. En Barcelona cuando ven un ruso pegan saltos de alegría y pugnan con tozudez para llevárselo. No es de extrañar que los hoteleros mallorquines usen todas las artimañas a su alcance, que no son pocas, para retener a los hijos de Putin para que no salten a Ibiza.
Los pobres mallorquines quedan un poco sorprendidos cuando los rusos piden para ir a Ibiza. Da igual, se reponen con facilidad y les pasean por la sierra de Tramuntana y a la altura de Deià, les informan: «Y aquí a su izquierda tenemos Ibiza».
Cualquier cosa es buena con tal de quedarse con los potentados rusos. Pero cuidado, nos están espiando y aprenden rápido. Ellos también pretenden vendernos sus ibizas soviéticas (bueno, ahora serían ex), aunque los más peligrosos son –ya lo sabemos– los japoneses y ahora los indios.
La suerte de Ibiza es que es modelo difícilmente clonable. Bueno, lo era, porque estos tinglados discotequeros pueden montarse en cualquier parte del Fórmula 1 que crecen súbitamente en medio de un desierto.
El único valor de Ibiza es, bueno era, su originalidad de paisaje, su especial conformación geológica, que en estos últimos años ha sido desfigurada por el cemento de las costas y el vaciado de las montañas para convertirlas en gravas y piedra para las edificaciones y las obras públicas.
Y alarmémonos cuando quien pretende copiarnos es el paraíso kitsch de la vulgaridad de los nuevos ricos y de los viejos millonarios, Las Vegas, Estados Unidos. Si Las Vegas se pone a competir con Ibiza, bueno, con sus discotecas, es que algo habremos hecho mal. De momento se llevan a los pinchadiscos y yo estoy muy contento de que se los lleven a todos. No dejen ni el ponedor, ni la muestra, pero por favor dejen la isla tranquila ya de una vez. No queremos Ibivegas. Llévense las Ibivegas a las Vegas y les damos como premio una colección de dj. Todos, se los pueden llevar a todos.
Algo tendrá el turismo cuando incluso la India, que en sí misma es todo un planeta que tiene las mejores playas, tiene desiertos, tiene altas montañas con nieves eternas, viene a Fitur para copiar. Chiranjeevi, ex actor y actual ministro de la India se presenta con su hermosa sonrisa dental explicándose abiertamente: «Vengo a España a aprender el knowing how del turismo español, para aprender el mejor sistema que atraiga a los turistas extranjeros a la India». Pues como todo el mundo, al menos el indio guapo es sincero. Estas ferias son escenarios fantásticos para apropiarse de las ideas del prójimo, y algunos como los chinos las copian con descaro. Si quieren Adlib, copian Adlib, la registran y se la quedan, porque piensan que el mundo es China, y quizás tengan razón.
Y así pasan los días, mientras sabemos que las reservas de rusos no crecen, pero las reservas de aguas en nuestros acuíferos siguen disminuyendo. Todos pendientes, en reserva, incluso en el depósito.
Los pobres mallorquines quedan un poco sorprendidos cuando los rusos piden para ir a Ibiza. Da igual, se reponen con facilidad y les pasean por la sierra de Tramuntana y a la altura de Deià, les informan: «Y aquí a su izquierda tenemos Ibiza».
Cualquier cosa es buena con tal de quedarse con los potentados rusos. Pero cuidado, nos están espiando y aprenden rápido. Ellos también pretenden vendernos sus ibizas soviéticas (bueno, ahora serían ex), aunque los más peligrosos son –ya lo sabemos– los japoneses y ahora los indios.
La suerte de Ibiza es que es modelo difícilmente clonable. Bueno, lo era, porque estos tinglados discotequeros pueden montarse en cualquier parte del Fórmula 1 que crecen súbitamente en medio de un desierto.
El único valor de Ibiza es, bueno era, su originalidad de paisaje, su especial conformación geológica, que en estos últimos años ha sido desfigurada por el cemento de las costas y el vaciado de las montañas para convertirlas en gravas y piedra para las edificaciones y las obras públicas.
Y alarmémonos cuando quien pretende copiarnos es el paraíso kitsch de la vulgaridad de los nuevos ricos y de los viejos millonarios, Las Vegas, Estados Unidos. Si Las Vegas se pone a competir con Ibiza, bueno, con sus discotecas, es que algo habremos hecho mal. De momento se llevan a los pinchadiscos y yo estoy muy contento de que se los lleven a todos. No dejen ni el ponedor, ni la muestra, pero por favor dejen la isla tranquila ya de una vez. No queremos Ibivegas. Llévense las Ibivegas a las Vegas y les damos como premio una colección de dj. Todos, se los pueden llevar a todos.
Algo tendrá el turismo cuando incluso la India, que en sí misma es todo un planeta que tiene las mejores playas, tiene desiertos, tiene altas montañas con nieves eternas, viene a Fitur para copiar. Chiranjeevi, ex actor y actual ministro de la India se presenta con su hermosa sonrisa dental explicándose abiertamente: «Vengo a España a aprender el knowing how del turismo español, para aprender el mejor sistema que atraiga a los turistas extranjeros a la India». Pues como todo el mundo, al menos el indio guapo es sincero. Estas ferias son escenarios fantásticos para apropiarse de las ideas del prójimo, y algunos como los chinos las copian con descaro. Si quieren Adlib, copian Adlib, la registran y se la quedan, porque piensan que el mundo es China, y quizás tengan razón.
Y así pasan los días, mientras sabemos que las reservas de rusos no crecen, pero las reservas de aguas en nuestros acuíferos siguen disminuyendo. Todos pendientes, en reserva, incluso en el depósito.
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