martes, abril 25, 2023

Dragó, Morin y la prudencia periodística / Francisco Poveda *

La prudencia periodística debe acompañar a todo profesional en determinadas circunstancias y una de ellas implica no tratar de abordar cualquier género del oficio de cualquier manera. Confieso dos casos en mi trayectoria, desde marzo de 1970 hasta 2018, donde no me atreví a entrevistar por puro pudor intelectual y sentido de mis límites en el Conocimiento en cada uno de esos precisos momentos. 


Uno a Fernando Sánchez Dragó, residente en Alicante hasta los quince años por madre prematuramente viuda nacida aquí, y después en la playa de San Juan, donde me descubrió la religión hedonista de los parsi además de razonarme muy convencido que las guerras civiles las arman siempre la chusma de los dos bandos. (Su padre, periodista en el Madrid republicano de retaguardia, fue fusilado con 25 años en 1936 poco antes de nacer él). La lectura de su obra me aconsejó siempre esa prudencia al advertir tan inabordable su vasto y multidisciplinar saber.


El otro caso es Edgar Morin, aún vivo con 101 años, exponente máximo del pensamiento complejo y principal filósofo de Francia y Europa. Le conocí personalmente en la embajada de España en París en mayo de 2010 con ocasión del homenaje de la intelectualidad gala y de la cualificada colonia profesional española al profesor valenciano de La Soborna, Pepín Vidal-Beneyto, fallecido para entonces. Haber leído algunos de sus libros, y ya con Morin delante, me vino la inspiración cautelar reflexiva ante tamaño gigante intelectual en presencia, por su sabiduría desbordada más que nada.


No fue así con el maestro de mi hermano y profesor mío porque a Vidal-Beneyto lo conocía tanto que sí me atreví con él cuando en 1993 lo entrevisté para el diario "El Mundo" como asesor de la UNESCO y del político socialista francés Jacques Attalí, en el BERD (Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo). 


Años después pude escrutar personalmente su despacho-biblioteca de la rue Jean Ferrandi del distrito 14 parisino, en el barrio de Montparnasse, hasta proponerle a su viuda, profesora y socióloga bretona, Cécile Rougier, abordar juntos una aproximación biográfica de su también maestro.


Nunca pensé que luego su joven biógrafa española no coetánea, Irene Liberia, nos citase de manera destacada a mi hermano Miguel y a mí en el libro "José Vidal-Beneyto. Sociología crítica y resistencia democrática. Una vida a contraviento", editado en 2019 por la institución Alfonso el Magnánimo y el Centro Valenciano de Estudios de Investigación (1 y 2) a partir de su tesis doctoral.


Pero también ha habido entrevistas no natas por exceso de confianza en el tiempo de la vida de las personas. Es el caso del periodista español afincado en París, Alberto Oliveras, culpable inconsciente de mi vocación profesional desde los años 60 en Radio Madrid y al que fui dejando un año tras otro al contrario que hice con otros tres de los periodistas que más me influyeron en esa vocación: Emilio Romero, Juan Luis Cebrián e Ignacio Ramonet.


Al primero, voz oficiosa del régimen de Franco al frente de "Pueblo" lo visité varias veces en su apartamento y le entrevisté tres en el "Club Internacional" de Benidorm. Al segundo, pocos meses antes de fundar y dirigir "El País", en su chalé de Águilas, donde me recomendó no permanecer más de cinco años en un mismo medio de comunicación. Y al tercero, a mi juicio mejor periodista español contemporáneo del siglo XX y exponente mediático del pensamiento crítico, dos veces (1997 y 2002), siendo director de "Le Monde Diplomatique" y profesor en La Soborna tras graduarse en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales e integrar primero la redacción de "Liberation".


No quiero olvidar mis entrevistas personalmente inolvidables a compañeros de los que aprendí algunos secretos del oficio, caso de Jesús Ceberio y Alberto Vázquez Figueroa, ambas en 2001, porque el primero era director de "El País" en el mejor momento del periódico tras la invasión de Iraq, y el segundo acababa de publicar "El agua prometida", mi preferida de entre sus novelas. Aunque no más que "Chacal", escrita por el periodista inglés Frederick Forsyth, al que entrevisté en 1973.


Y he de confesar, por contra, mis vanos intentos de entrevistar a varios personajes como Juan Domingo Perón en 1972 aprovechando que me atropelló en un semáforo de la ciudad universitaria madrileña y me invitó a pasar, luego de acudir al Clínico, por su quinta próxima en la Dehesa de la Villa para informarle de mi estado. No me dejó ver ni la momia de Evita allí guardada a buen recaudo para evitar profanaciones.


No pude convencer tampoco al embajador de Portugal en España, Carlos Simoes, tras invitarme su distinguida esposa a almorzar en 1991 en su residencia privada de la sede diplomática tras un magnífico curso sobre su país en la UIMP. Algo parecido a lo que me sucedió en 2010 con el cardenal Renato Raffaele Martino, ex observador vaticano en la ONU durante muchos años, quien tras recibirme en su palacio extramuros del Trastevere romano, me compensó con una Inmaculada pintada por su madre de origen andaluz. Y lo mismo con el presidente de Costa Rica en 1983, el social-cristiano Luis Alberto Monge, tras invitarme a cenar en su residencia privada en San José y ser más que sincero.


Frente a lo inmediatamente anterior si conseguí cuatro scoop en 1974, 1975, 1978 y 1997. Marcelino Camacho nada más salir de la cárcel me concedió su primera entrevista en su casa de Carabanchel gracias a las impagables gestiones de mi hermano con los comunistas de la Facultad de Políticas de la Complutense; con el presidente Adolfo Suárez, también la primera tras ocupar La Moncloa este político reformista de origen católico, un 17 de mayo tras un Consejo de Ministros. Y la única concedida en su vida por el banquero Alfonso Escámez, gracias a una intercesión familiar que le hizo invitarme a almorzar en "Jockey", tras enseñarme cerca de su despacho el piano donde componía el granadino Manuel de Falla, y presentarme a los postres a Ruíz-Gallardón y a Fernández Tapias.


Pero la primera de esa serie se la pude hacer a Henry Ford II en el hotel "Ritz", de Madrid, cuando vino a inaugurar las obras de su factoría en Almusafes. Contra el criterio de su equipo de prensa en España, no sólo me concedió la exclusiva sino que me invitó a cenar solos en el restaurante "para practicar español".


Ahora recuerdo con especial interés lo que me dijo sobre la emigración hacia nuestro continente el vicepresidente de la Comisión Europea, Manuel Marín, en 1998; lo que me adelantó sobre el proceso de globalización, Ricardo Díez Hochleitner, presidente del Club de Roma, también en 1998; un año antes, Federico Mayor Zaragoza, director general de la UNESCO, sobre las cosas que no se hacen esperando siempre; sobre la miseria del salario fijo Eduardo Punset, asesor del FMI, en 1998; Domingo Jiménez Beltrán, director general de la Agencia Europea del Medio Ambiente; o Susan George, directora del Transnational Institute, y Sami Naïr, destacado profesor universitario en París de origen magrebí.


Sin salir de España, excepto cuando entrevisté para "Diario-16" en 1987 a sir Josua Hassan, primer ministro de Gibraltar, tras una cena en su casa con una joven nueva esposa para lo que estableció una imprevista ley del divorcio; también conseguí declaraciones de los catedráticos eminentes por destacados, José María Jover Zamora (nuestro mejor historiador en Moderna y Contemporánea); Francisco Jarauta, habitual profesor visitante de Arte y Filosofía en diversas universidades alemanas; y el actor Francisco Rabal en 1997 en "La Economía", cuyas cintas grabadas contienen partes inéditas, a petición suya, no publicadas hasta la fecha pese al fallecimiento de su esposa, Asunción Balaguer.  


Para concluir, no quiero obviar las que sí pude hacer en su día a Pilar Franco y Pilar Primo de Rivera (a la que casualmente asistí en un accidente de tráfico en Madrid), hermanas del dictador y del mártir falangista respectivamente; o Manolita y Carmen Félez Peral, nietas del inventor del submarino, Isaac Peral, en su casa del Paseo de San Juan, en Barcelona 1998.


Con algunos de estos entrevistados he mantenido relación posterior, regular en algunos casos, y hasta de amistad. Y eso me procuró a mediados de los años 80 el encargo por la multinacional "News Corporation", de Rupert Murdoch, de su anteproyecto periodístico para España, luego boicoteado por intereses nacionalistas de editores privilegiados.


Pero de entrevistador pasé a entrevistado por el rey Juan Carlos I el 25 de mayo de 1999 cuando me apartó en los jardines de la Capitanía General de Cartagena, donde yo estaba invitado por el almirante-jefe de la Zona Marítima del Mediterráneo, Adolfo Baturone, y aprovechó para hacerme un examen en profundidad y contrastar la información que el monarca poseía al respecto de lo que hablábamos.


Cuatro meses después coincidí con el almirante en la recepción del 12 de octubre en el Palacio de Oriente, invitado por la jefa de Prensa de la Casa Real, Asunción Valdés, y al abandonar juntos y los últimos el acto, me impresionaron los honores de ordenanza presentados a Baturone por la Guardia Real de gala conforme bajábamos ambos por la escalinata de acceso al Salón del Trono. Aunque he jurado bandera estuve exento de cumplir el Servicio Militar.


Un año después, el almirante Baturone (el mejor militar de alta graduación de los que he tratado), me concedió en su despacho oficial una entrevista sobre el arma submarina y las comunicaciones de la Armada española. Al interesarme sobre si había pedido permiso a Defensa para hacerme esas declaraciones, me contestó: "No pido permiso porque sé muy bien lo que tengo que decir". 



(*) Periodista y profesor



(1) https://www.alfonselmagnanim.net/es/libro/jose-vidal-beneyto_114941/
(2) https://revistas.um.es/sh/article/view/519171/326351

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